51. Comportamientos extraños

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Habían quedado exhaustos, toda la noche habían estado buscando alguna solución en los documentos del rancho del Junco, pero no hubo manera de encontrar nada en claro más que el marcaje de las propiedades y lo que abarca cada palmo de tierra que Ignacio poseía, en mitad de la noche Paulino se había vuelto para el rancho Gallardo y dejar para mañana el resto de documentos que todavía le faltaba, tal vez con la mente descansada era capaz de leer entre líneas con más claridad, a la mañana siguiente bajó a la sala allí observó a Irina con la carpeta del divorcio de Andrea y Samuel.

Irina: buenos días...-ambos se miraron y él asomó una leve sonrisa, podía permanecer enfadada toda la vida, que a él le daba igual, se acercó y le dio un sonoro beso en la mejilla.

Paulino: buenos días rebelde sin causa

Irina: no me digas así, estoy enfadada contigo...-el volteó los ojos y comenzó a desayunar-tenemos que revisar esta demanda... hay un par de cosas-Paulino soltó una risa.

Paulino: que no te cuadran ¿cierto? Qué raro tú haciéndome perder tiempo con el papeleo... ¿me equivoco?-levantó la ceja-acaba el desayuno y vamos a verlo al despacho.

Un hombre de edad avanzada caminaba por los terrenos de la hacienda con familiaridad, cómo si conociera el lugar de toda la vida, con precaución observó que nadie estuviera cerca para escabullirse por la puerta principal de esta y dirigirse al despacho, en cuanto entró en este sonrió.

-No pensé que tuviera tanta suerte-Cayetana y la otra persona que estaba con ella se giraron sorprendidos-veo que no les da gusto verme...-se acercó hacía Cayetana-por dios señora bonita ¿Qué pasa tan mal me veo?-Cayetana tragó saliva observando a la persona que estaba en el despacho con ella.

Cayetana: ¿Qué haces aquí?-preguntó nerviosa.

-Así recibes a tus viejos amigos, después de años sin vernos

Cayetana: nosotros no somos amigos y lo sabes.

-No me digas eso-su tono de burla hicieron enfurecer a Cayetana-yo que tan bien he guardado tu secretito...

Cayetana: te he pagado muy bien por eso-tomó valor para responderle-no sé a qué viniste, pero lo mejor es que te vayas.

-Por dinero ¿Qué más voy a querer de ustedes?-sonrió al observar lo nervios de la persona que estaba atrás de Cayetana.

Cayetana: no pienso darte ni un centavo más-él hombre negó moviendo su rostro-no creas que caeré en tus amenazas, eso pasó hace tanto y te pagué muy bien por lo que hiciste.

-Ningún dinero es suficiente para lo que hiciste-la encaró-o acaso no tienes culpa por esa pobre mujer-el rostro de Cayetana cambió por completo, la persona a su lado colocó su mano en el hombro en señal de apoyo-no lo puedo creer...-se carcajeó-el amor prohibido en esta hacienda no era el de esa pobre mujer.

Cayetana: no digas estupideces Robledo-de nuevo tomó valor, no pensaba amedrentarse por nadie-no pienso darte ni un centavo más, sabes que si yo caigo tú también lo haces.

Robledo: no me retes Cayetana, porque aún no sabes de lo que soy capaz, necesito diez millones de pesos-sonrió observándola-tienes una semana...-sin decir más se giró saliendo del despacho.

Cayetana: ¡Maldita sea!-se dirigió al bar sirviéndose una copa-¡Sal!-gritó histérica-necesito estar sola.

El doctor Robledo caminaba de prisa por el pasillo de la casa que lo conduciría a la hacienda, de pronto sintió cómo una mano lo tomaba del hombro, se giró y sonrió al observar a José Antonio.

HEREDEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora