001 | Linda pulsera ✔

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Las pulseras son literalmente lo que más amo, después de leer y comer; el mejor regalo que podrían regalarle a una Leeds, o por lo menos a mí, la única Leeds de esta familia.

Por lo general traen un significado o el recuerdo de una persona en específico, en mi caso el de mi hermana menor. Esa es la mejor parte, sin importar cuán sencilla sea, tiene mucho más valor el significado que trae consigo, que las demás características.

Muchas están hechas de hilo o lana, nylon, murano o incluso oro, otras de tela, las mías están hechas de papel. Y no es porque esté cuidando el planeta, ni nada parecido; no porque no quiera, sino porque técnicamente estoy haciendo todo lo contrario. Abby las hizo así, solo que no sabría decir el porqué de papel y no de otro material.

Debes, con total obligación, llevarla en alguna de tus muñecas, así se puede demostrar que en realidad valoras el regalo, o por lo menos a quien lo ha obsequiado. Y eso es precisamente lo que hago ahora, llevar puestas las pulseras de Abby a diario. Eso me hace sentir bien, y cada vez que observo una de ellas, me recuerda de inmediato a ella, y me hace sentir que está cerca.

Entre los pocos recuerdos que tengo, recuerdo haberla visto haciendo pulseras para mí. Era extraño, al menos para mí, ver a alguien realizando pulseras hechas de papel, pero a la vez agradable.

De un tiempo para acá yo misma comencé a hacerlas a mi estilo, agregándole líneas, curvas o rectas formando pequeñas figuras. La mayoría de ellas están guardadas, las otras las traigo puestas a diario. Lo cierto es que nunca creí que me gustarían tanto como ahora.

En algunas ocasiones la lluvia ha dañado algunas de ellas, pero es sencillo realizar una nueva; razón por la que tengo guardada la original. Puedo perdonar a la lluvia, ¡Por supuesto!, pero al idiota de Mitchell ¡Nunca! está en el código de los Leeds. (Esa parte la inventé yo, soy la única Leeds después de todo).

Les contaré un secreto: en serio creí que le importaba, o que le interesaban, de alguna manera, mis pulseras (eso sucedió dos segundos antes de que continuara hablando), pero claro que no era así. Mitchell nunca haría tal cosa.

Todo comenzó con una estúpida sonrisa de mí parte, mientras miraba una de la fotografías colgadas en mi casillero. Era evidente que no sonreía a causa de su presencia, sin embargo eso no era lo que él creía.

En cuanto cerré el casillero, él continuaba ahí. Nunca antes lo había visto tan cerca, con su sonrisa orgullosa y ojos claros. Sabía tanto de él que ni siquiera conocía su nombre, en ese  momento.

Pero mi sonrisa continuaba ahí; cortesía Thompsom «sonríe y nunca digas ‹no›». Lo observaba detenidamente sin razón, porque nunca me apeteció dirigirle la palabra a un integrante del equipo de fútbol.

Él, de repente sin dirigirme la palabra tomó mi muñeca ––Linda pulsera ––sonrió tiernamente, así parecía serlo.

Era un chico simpático. Traía puesta una chaqueta, la misma que el resto del equipo, era mucho más alto que yo, y su cabello castaño mantenía en orden todo el tiempo.

Me sonrojé un poco ––¿Hablas en serio?, nadie nunca...

«Lo había dicho», fue como terminaría la frase, antes de que él mismo continuara.

––Chicos no puedo con esto ––soltó una carcajada que se escuchó en todo el pasillo.

Me avergoncé demasiado, y más aún cuando una multitud de chicos se acercó a mi, o a Mitchell. Todos riéndose de mis pulseras.

En mi mente les sacaba la lengua, y luego les golpeaba. Pero en realidad estaba apunto de llorar.

Al cabo de unos minutos se alejaron de mí después de haber dicho un montón de estupideces que no recuerdo, o no quiero mencionar. Dejé la mirada por unos segundos en mi muñeca, y luego, como siempre, Liz ––mi mejor amiga–– apareció, después de que todo había acabado.

No pretendía vengarme de Mitchell, ni mucho menos, pero algún día pagaría por eso.

De eso hace algunos días, y aún conservo mis pulseras, no importa cuantos chicos se rían de mí, las llevaré conmigo hasta que muera.

×××

––¡Hazel! ––gritó Alice desde el primer piso.

Ahí voy.

––¡Un momento mamá! ––grité sin alientos desde mi habitación. Tomé el abrigo para Liz, llovía a cantaros afuera, no quería que le diera un resfriado mientras regresa a casa. Moriría sin ella.

Bajé con agilidad las escalas, contándolas sin poder evitarlo.

––Aquí tienes ––le entregué el abrigo a Liz.

Ella sonrió falsamente sin mostrar sus dientes, tomando el abrigo. Mañana son los primeros exámenes, ninguna de las dos puede faltar, por ninguna razón.

––No, no lo harás ––señalé desafiándola.

––Oh si, por supuesto que sí ––su pícara sonrisa me intimida un poco. Ni siquiera estaba segura de si ella hablaba de lo mismo que yo: evadir los exámenes, me ha amenazado con eso hace algunas semanas.

––¡Terminemos el ejercicio! ––aplaudí con entusiasmo y Liz me miró extraño, como en todas las ocasiones.

––El resultado es... ––Liz comenzó a buscar las respuestas en su cuaderno.

––H igual a 1,63m y X igual a 2,98m ––leí las respuestas del cuaderno.

––Eso es exactamente lo que iba a decir ––mordió el lápiz y rodó los ojos; algo que hace muy bien. Yo nunca aprendí, y lo mismo diría con silbar, cocinar y dibujar.

––Pero claro. Clark va a matarte si no estudias para el examen.

––Clark no va a matarme, la que va a matarme aquí si no estudio es mi madre, así que si lo haré, confía en mi ––dijo Liz.

Es difícil si se trata de temas relacionados con el estudio y las claves de casilleros.

––Yo por lo menos, ya estudié ––alcé mis cejas, una y luego la otra. Liz soltó un pequeño suspiro.

––Y teniendo en cuenta que ––continúe hablando sola–– Mitchell está en matemáticas con nosotras tengo una idea.

––¿Qué idea? ––abrió los ojos.

––Lo verás ––sonreí como no lo había hecho antes. De hecho no acostumbro a sonreír muy seguido.

«¿Y Mitchell

Él es un idiota más, además no sonreía por él, era por el chico que colgué en mi casillero.

––Te pareces a mí ––solté una pequeña risa luego de ver a Liz metida en el abrigo.

––Te la devolveré ––se despidió de mí y de Alice antes de salir de casa.

Me dirigí al cuarto para leer otro de mis libros antes de dormir, como acostumbraba a hacer todos los días.

––¡No te duermas demasiado tarde! ––gritó Alice desde su cuarto.

Me era difícil concentrarme en la lectura, mis pensamientos estaban puestos en la sonrisa de Mitchell, y eso que era inútil. Todo por mencionar las dos palabras que rompieron mi corazón: «linda pulsera».

Si lo hubiera ignorado, quizás el hubiera hecho lo mismo, y nada de esto habría sucedido. Es un tonto, nunca debí de haberlo conocido.

Menos mal que Alice no revisará mi teléfono móvil ésta semana, se encuentra ocupada ––y por lo general no lo hace cuando está muy atareada––, y no quiero que se entere de lo que haré, lo arruinaría por completo.

––

Primer capítulo, un poco sencillo.

Nos leemos pronto 💝.

Pulseras de papel [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora