Las reglas del juego

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"Creo que el cielo debe ser como el infierno de mi vida pero con unos grados de menos."

Scarleth

Apreté con firmeza el asa de mi maleta mientras me batía en duelo con el hombre que acaba de comprar mi antiguo "hogar" del que quería desaparecer y dejar de formar parte. Sus ojos eran prácticamente dos puntos negros rodeados por un halo grisáceo que lo hacía, si cabe, aún más peligroso.

  —¿Qué quieres? 

El tono de voz calmado y ronco de su garganta volvió a erizarme el pelo. A mí me calmaba, pero realmente debería de estar huyendo de alguien como él.

  —Irme de aquí —Le espeté, mientras cambiaba el peso de mi pierna a la otra en señal de impaciencia.

—No forma parte del trato

—No tenemos ningún trato y en caso de que lo tuviéramos, no habría aceptado uno donde se me coarta la libertad de movimiento.

El Zar me miró enarcando una ceja de forma divertida, creo que no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria, pero yo no era un río para llevar la corriente a nadie.

  —No te creía tan lista, Brenda

—Puede que sea puta, pero no idiota

  —¿No te da curiosidad saber por qué sé tu verdadero nombre?

Puse los ojos en blanco, sabía que si no decía nada iba a sacar el tema como última bala preparada para disparar.

—La verdad es que cualquiera con un poco de poder, tiempo e interés por sus huéspedes, lo puede adivinar y eres el Zar. Yo también soy una mujer de negocios y como tal, sé lo que me interesa.

El Zar se acercó hasta notar como me quitaba todo el espacio para vivir que necesitaba y tuve que alzar la mirada para no perder el contacto de sus ojos. De nuevo me rodeó la espalda, esta vez cubierta, con las dos manos y bajó poco a poco hasta rozar mi cuello con su áspera barba.

—Enséñame pues, como tratas a tus clientes, Brenda.

Esta vez, fue a mí a la que se le escapó una risotada mientras me apartaba de su amarre.

—Mi nombre de puta es Scarleth, Zar y yo elijo a mis clientes como elijo irme de este puto sitio. 

Ya no podía más con esta situación. Mi vida desde el principio había sido un infierno y como bien dicen, después de eso, no cualquier fuego te quema. Valoraba mi vida, pero sin libertad era como estar encadenada a la muerte. 

Cuadré mis pequeños hombros y me dispuse a pasar por encima del Zar y de quien hiciera falta para conseguir salir de ese lugar, pero para mi sorpresa pude salir sin interrupciones y en el pasillo me sentí mucho mejor, más yo y menos... lo que fuera que era ahí dentro con ese hombre.

Un grito bastante conocido hizo que me apresurara hacia la habitación de Lolo. Me esperé unos segundos y volví a oír voces y gritos así que entré y vi como los hombres del Zar sacaban a mi amiga a empujones con la maleta a medio hacer. Sus lloros y súplicas no conseguían nada y me miró un segundo antes de desviar su vista hacia mi espalda.

  —Si tu te vas, tu amiga se va fuera ya que le ayudabas con los impagos y no me gusta la morosidad en mis locales.

El cuerpo comenzó a temblarme de la ira. El Zar jugaba sucio y de forma muy rastrera jodiendo a la única persona por la que podría quedarme, ya que ella, a diferencia de mí, sí tenía una pequeña a la que alimentar pero ningún lugar a donde ir.

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora