No creo que haya mayor reto para un humano que sobrevivir. A mi me está costando la vida.
Scarleth
Me mantuve en la misma posición y con la mejor cara de póker que en aquellos momentos podía poner.
Seguía mirando la espalda de Alessandro intentando ver a través de ésta. A pesar de mi naturaleza impulsiva, decidí mantenerme al margen para ver que pasaba.
—Más respeto, recuerda que no somos nada, Teresa—aclaró Alessandro.
El nudo que tenía en el estómago se me deshizo un poco, aún así la tal Teresa, se abalanzó hacia él e impactó contra su pecho, llorando desconsoladamente. La primera parte me recordó la noche anterior, cuando fui en su busca y no pude mirar la escena que allí estaba dando lugar.
—Mis padres vienen detrás y se quedarán toda la semana. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Me quedé impresionada con la frialdad de su voz, cuando se apartó no tenía una sola lágrima en la cara.
Alessandro apartó de un golpe a la mujer y se fue dejándonos a ambas a solas, como al principio.
Teresa se acercó a mí y me lanzó las bragas que aún llevaba en la mano con asco y una mirada feroz que intentaba clavarme como si de un aguijón se tratara. Sacó de un pequeño bolsillo un fajo de billetes y los tiró al suelo, a mis pies.
—Coge el dinero y vete. Gracias por tus servicios, ya no te necesitamos.
Sin ni siquiera quererlo, empecé a reírme a carcajadas y haciendo que el semblante de Teresa pasara de la seguridad al desconcierto.
<<Si supiera a que me dedico/aba...>>
—Como puta, valgo más que la ridícula cantidad que me has dado, cariño. —mi sonrisa se amplió—Me lo cobraré en esta bonita residencia.
Me di la vuelta para irme, pero el amarre de Teresa hizo que me girase de golpe. Sus ojos estaban enrojecidos de la ira, pero ya había visto bastante como para que esa pija de pacotilla me amedrentara.
—Soy la señora de esta "bonita residencia". Si te digo que te vayas, te vas—masculló entre dientes mientras la presión sobre mi brazo aumentaba, clavándome así sus uñas.
—Aún no eres la señora de nada y es bastante triste que tengas que recurrir a lo que tienes o no tienes para hacerte respetar.
—¿Y me lo dice la ramera que se aprovecha de él para tener un techo donde dormir?
En ningún momento mi idea era quedarme viendo como la feliz (o no tan feliz) pareja salida de la nada, se revolcaban durante horas e incluso días, promulgando su fructífero amor, pero sólo por joder a esa cerda con aires de alteza iba a aguantar lo que fuera.
Me zafé del amarre que aún me retenía mientras veía como Alessandro volvía con sus futuros suegros. Su rictus era serio, se notaba que no estaba cómodo con la situación y al percatarse de nuestra presencia tenía la sensación que quería apartarme lejos de Teresa. Su mirada no expresaba nada.
Volvía a ser el Zar.
Uno, dos, tres tonos.
Lolo no contestaba las llamadas y cada vez me ponía de peor humor. Tiré la última camiseta dentro de la pequeña bolsa que una hora antes me había llegado para hospedarme en casa de Allessandro hasta sentirme a salvo, pero jamás me quedaría en un lugar donde no me quisieran.
Al menos, ya no.
Cerré la bolsa y suspiré mientras me tumbaba en la cama del Zar. Cerré un momento los ojos. Estaba cansada de luchar, de esconderme y de no tener un sitio fijo, cálido y confortable en el que pasar mis noches.
—¿Qué haces, Brenda?
Me levanté de sopetón. El corazón se me desacompasó y más al ver esos ojos grisaceos mirándome fijamente para luego percatarse de la maleta.
—Irme a un sitio de mi agrado.
Alessandro se acercó como un tigre, acorralándome poco a poco y robándose todo el aire de nuestro entorno.
—Pensé que estaba claro que te quedabas.
—Tu error es pensar, Zar. Yo me voy.
Los musculosos brazos de Alessandro me rodearon hasta casi hacerme caer de nuevo en el colchón. Nuestros alientos se entremezclaban, pero no corté la tela de araña que poco a poco iba rodeándome.
—Brenda, fueron órdenes de Luca...
—Como si fueran de Dios. Soy libre, Zar, no olvides que nunca fui una de tus mujeres.
—Quédate.
—¿Es una órden?
Nuestras miradas se volvieron a enfrentar. Los dos sabíamos qué queríamos, otra cosa es que se pudiera.
Retarnos. Ese tira y afloja de ambas partes es lo que iba a romper todo.
Al final, éste se apartó de mí un poco y se puso la mano en el puente de la nariz.
—Me estás volviendo loco, Brenda.
—Eso que te ahorrarás cuando me pierdas de vista, Alessandro.
Ni una vidente podría haber previsto el ataque que mis labios estaban sufriendo con los besos apasionados de Alessandro. No pude hacer nada más que corresponderle con la misma intensidad cayendo así en la cama, desmadejada y a su merced.
Cuando necesité volver a coger oxígeno, estaba medio desnuda sin saber cómo. Su mirada lobuna me tenía totalmente hipnotizada y vi de nuevo al hombre con el que me había acostado la noche anterior. Un hombre herido, solo y desconfiado con ganas de dar algo al mundo que no había tenido.
Cariño.
—No te vayas —susurró a mi oído—te lo pido.
Mi cuerpo reaccionó de tal modo a esa voz ronca teñida de súplica que acabé como la noche anterior.
Mi mente no pensaba. En ese instante no habían amenazas de muerte, ni prometidas, ni siquiera había espacio para la tristeza.
El Zar todo se lo quedaba. Todo le pertenecía.
¡Hola a todos!
Siento muchísimo el retraso con las publicaciones. He tenido una temporada algo baja y sin espacio para escribir.
Os he echado de menos y aprovecho este pequeño espacio para daros a todos las gracias por los mensajes preguntando por mí y por la novela.
No la voy a dejar. Para mí eso sería dejar una parte de mí incompleta y dejar de comunicarme con todos vosotros.
Así que aquí os dejo mis letras, mi cariño y como siempre comentad y dadme ideas.
¡Besos!
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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]
RomansaUn club nocturno, varias mujeres, un hombre misterioso y una elegida. Para los desconocidos soy Scarleth, para el Zar algo más que una mera puta. Tenemos un pacto, un contrato que va más allá de la ley. Las personas que más brillan vienen a esconder...