Tregua

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Creo que la paz no existe como tal. Sólo existen las batallas que conforman una guerra y luego, la tregua hasta iniciar de nuevo otras batallas.

Lolo


Un manto verde recién cortado nos sirvió como cama improvisada. El tacto y olor del césped recién cortado junto con el aroma almizclado del hombre que tenía encima de mí mordiendo mis duros pezones, hacían que me notase más viva que nunca.

A penas podía recordar la última vez que el sexo fue sinónimo de placer, liberación, descontrol y pura y exquisita locura.

Mis gemidos a causa de las atenciones de las manos, la boca, la lengua y el calor de Alessandro se volvieron puros jadeos que rompían con el silencio del jardín. Su respiración se fue acelerando y entró a saborearme haciendo que se me cortara el aliento una y otra vez.

El cálido aliento, los toques certeros con la punta de la lengua en mi hipersensibilizado clítoris y sus grandes manos envolviendo mis pechos.

No había tregua alguna en al guerra que había emprendido la lujuria de nuestros cuerpos, arrasando con todo hasta dejar sólo polvo, sudor, éxtasis.

Una succión entre mis piernas hizo de mí el orgasmo personificado. Pude distinguir entre las lágrimas que surcaban liberadas al fin de la opresión de mis ojos, la mirada lobuna del Zar.

Tenía mucha hambre y ésto había sido sólo un pequeño entrante.

Sus pupilas, dilatadas al máximo me miraron antes de penetrarme por primera vez y notar su vara dura y caliente. Un gruñido salió de su boca antes de proseguir con sus envites y yo no podía hacer otra cosa que arrancar con mis manos la hierba que me envolvía mientras le rodeaba con las piernas para alzarme y que sus estocadas fueran más profundas.

Un segundo orgasmo se originó como una espiral concentrada en mi bajo vientre y exploté con un grito. El sudor me caía por el cuerpo y mordí desesperada el labio de Alessandro mientras me retorcía de puro placer, en busca de consuelo para tanta intensidad.

Lejos de dejarme, me dio la vuelta con brío sin dejar de estar conectados y siguió hasta que un tercero se unió con lágrimas y palabras incoherentes de mis labios. Sus gruñidos cada vez eran más graves, más desesperados hasta que él por fin también tuvo su clímax derramando en mi interior toda su semilla y dejándonos abatidos, abrazados y en el silencio más cálido.

 Sus gruñidos cada vez eran más graves, más desesperados hasta que él por fin también tuvo su clímax derramando en mi interior toda su semilla y dejándonos abatidos, abrazados y en el silencio más cálido

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Cuando abrí los ojos de nuevo, estaba  en la gran cama de Alessandro. Mi cuerpo estaba dolorido de todas las horas que habíamos estado devorándonos por entero, teniendo miedo de que todo pudiera estropearse en cualquier momento.

Esa fina línea que nos tenía conectados durante lo que podría ser tan sólo un instante. El estómago se me encogió al pensar en ello mientras miraba los rasgos relajados de un Zar sumido en el sueño, sin esa pose de frialdad que tanto le caracterizaba.

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora