Sentimientos perdidos

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Que te azoten nunca importa, es sexo... Lo malo empieza cuando se convierten en caricias. El sexo no, pero el amor me asusta.

Araña

Debía estar loca por estar a punto de hacer aquello, pero necesitaba sacarme de encima esa sensación extraña después de todo. El cuerpo entero me temblaba, las piernas a penas las notaba, estaba destemplada y sentía una opresión en el pecho que no me dejaba respirar.

Muerta de miedo.

Cálmate, sólo vas a ir a verle para darle las gracias. Sencillo y simple. Será un cabrón y debe tener unos asuntos muy turbios, pero gracias a él estás viva y a salvo. Tampoco necesitas enemistarte con alguien que va dejando cadáveres como "mensajes".

El diálogo interno no servía de mucho. Siempre había sido una mujer fuerte e independiente, decidida y sin miedo a nada ya que  jamás he tenido nada que perder. 

El Zar no me daba miedo, eran esos sentimientos contradictorios que hacía tiempo que no sentía o no recordaba haber sentido con tal intensidad los que me descolocaban por completo y me hacían encontrarme en una situación, a mi parecer, de desventaja absoluta.

Puto maníaco controlador, siempre en calma, relajado...

Anduve los dos pasillos que nos separaban intentando sosegarme por el camino, me paré frente la puerta de su habitación y cerré los ojos.

Sólo le daré las gracias y comenzaremos de cero. Agradecería un poco de paz dentro de este hotel tormentoso y lleno de problemas.

Escuché su voz, estaba ahí. Me preparé para ser lo más natural posible, piqué a la puerta y entré.

 Me preparé para ser lo más natural posible, piqué a la puerta y entré

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  —¿Brenda?

Un sorprendido y desnudo Zar esperaba frente a mí. Mis ojos se desviaron hacia la potente erección que tenía y por vez primera en mucho tiempo sentí como las mejillas se me rosaban del rubor.

 Éste, enarcó una ceja mientras se ponía por bandera una toalla blanca del armario dejando a la vista su trasero. La boca se me secó y notaba cosquilleo en las manos por no dejarlas tocar esa obra de arte esculpida en músculos.

No sabía qué decir, me había quedado sin habla. De entre todas las posibilidades al ir a hablar con él para agradecerle el gesto que tuvo conmigo, el de encontrármelo desnudo era sin duda una que no se me había pasado por la cabeza.

  —¿Querías algo?

—Yo...

No tuve tiempo a seguir, la puerta que daba al baño se abrió de par en par y salió desnuda y acabada de duchar Lyliana. Al ver su sonrisa de triunfo cuando me vio, me dio a entender que mi cara debía ser un poema en aquellos momentos.

Mi corazón se desacompasó y una fuerte punzada en la boca del estómago me hizo casi doblarme del dolor.

Dolor. Me hacía daño.

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora