Incesante lluvia

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Los sentimientos siempre están al margen de todo lo que te señale la razón. El cerebro no calla, pero no sabe que el corazón nació sordo.

Araña.

Miré por la diminuta ventana que daba al patio exterior

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Miré por la diminuta ventana que daba al patio exterior. Era de noche, pero en el cielo se alzaba una potente luna que dejaba ver las gotas de agua caer de mil en mil. Se agolpaban en los lugares más bajos y formaban charcos y barrizales.

Miré mis pequeños y enfangados pies. No había podido coger mis botas y llevaba la planta de los pies rasguñada. Abracé mi tembloroso cuerpo, empapado en sudor y lluvia fresca de otoño a esperas de que pudiera encontrar un momento de soledad y paz.

De repente, unos torpes pasos se escucharon tras la puerta de madera roída del cobertizo donde me hallaba. Sabía que ahora venía lo peor, que tras la tormenta en mi mundo no había calma. Sólo más tormenta con olor a whisky barato. 

La entrada se vio entorpecida por una enorme y rechoncha figura recortada por la luz de fuera. Sabía de quien se trataba solo por el hedor a alcohol que emanaba a metros de distancia.

Se tambaleó y arrastrando sus pasos con pesadez se acercó a mí. Noté como la sangre se me iba de la cara al corazón, que bombeaba loco sabiendo qué me deparaba.

—Estúpida mocosa, ¿cómo te atreves a escaparte de nuevo?

Sus palabras salieron como esputos, aún con la tenue luz, pude divisar los restos de saliva blanca que se iban amontonando en sus comisuras, producto de la deshidratación.

En vez de contestar algo que empeorara la situación, me hice un pequeño ovillo para protegerme. Las lágrimas comenzaron a rodar libremente mejillas abajo, pero no emitía sonido alguno, intentando así poder hacer magia y desaparecer.

Una fuerza contraria a la gravedad me hizo levantarme del suelo y caer de culo. La cabeza me daba vueltas y a penas veía bien con los ojos anegados. No sabía de donde me venían las patadas y estirones que notaba por todo mi cuerpo, sólo sabía que dolía y que no podía hacer nada para impedirlo.

por favor... por favor...

Clamaba una y otra vez en mi mente que parase y dejase de sentir ese tremendo dolor no tanto físico si no mental. Quería escapar para siempre y no volver a sentir nada de esto.

—Mi dulce e inocente pajarito, si vuelves a hacer lo de hoy, te arrancaré las alas. —susurró a milímetros de mi cara empapada en sudor.

Otros pasos se oyeron a lo lejos, pero yo ya estaba muy dolorida para prestar atención, aunque distinguía dos voces y de repente, me noté flotando en el aire.

Ya no podía luchar ni resistirme más. Sólo esperaba el final de un comienzo que jamás debió tener una continuación.

 Sólo esperaba el final de un comienzo que jamás debió tener una continuación

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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora