La luz del faro

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Tu recuerdo es la metralla que hace sangrar mi corazón cada vez que rememora los besos que nunca me dabas.

D.K.Brooks

La sala era oscura y vacía. Lo único que contenía era una silla medio doblada en el centro y una mesita de madera vieja con un pequeño maletín encima de ésta.

Estaba observando ese lúgubre lugar que me ponía los pelos de punta cuando volví a escuchar la voz de mi hermano.

-No quiero que vuelvas a ese club lleno de putas sifilíticas, ¿me oyes?

Alessandro estaba estresado, no paraba de tocarse el agujero de bala que hacía años le hicieron. Siempre que se ponía nervioso su mano iba inconscientemente a ese lugar.

-No es lo que tú te pien...

-¿Hay putas? -me cortó acercándose a mí cada vez más enfadado.

-Sí, pero n...

-Pues es un puticlub y tú ahí no pintas nada, ¡joder! -sentenció sin dar lugar a una explicación.

-Pienso volver, Al. Ni siquiera me has escuchado.

-¿Es que ahora quieres tomar el té y hablar sobre sentimientos, hermanito?. No vas a volver. Me importa una mierda que te hayas colgado de las bragas de una puta. Me parto los jodidos cuernos para tener un renombre, dinero y poder y tu futuro no está al lado de una puta.

Mi cuerpo entró en cólera. Scarleth no había tenido la oportunidad de hacer otra cosa y cualquier mujer que se dedique a la noche y venda su cuerpo libremente está en su derecho.

-Eres un puto cromañón, hermano. Has llegado hasta aquí vendiendo droga y matando a gente. No creo que seas un modelo a seguir y menos para hablar.

El puñetazo que me propinó me giró toda la cara, pero no me moví de donde estaba y se la devolví. Los dos comenzamos a sangrar y la adrenalina me gritaba que le propinase una paliza de las fuertes, pero en vez de eso, escupí la sangre y me limpié. No valía la pena y quería estar presentable para ella.

-Sin mí, seguirías en la puta calle. La diferencia es que tú coges todo sin manchar tus delicadas manos, mientras el que hace el trabajo sucio soy yo, pero hasta ahora no te has quejado de todo cuanto posees y esas putas, las pagas de mi bolsillo.

Estaba cansado de discutir e iba a llegar tarde por culpa del bocazas de mi hermano. Quería ir un poco antes para tomarme una copa y poner algo de valor en mi cuerpo. Siempre que veía a aquella diosa descendiendo por las escaleras me faltaba el aire.

Me enamoré desde la primera vez que la vi. Sus ojos, su boca en forma de corazón y esa inteligencia que la usaba con gracia y soltura hacía que me postrase ante ella y lo haría para siempre.

-Eso, vete y disfruta de un coño caliente. Será tu perdición, Rafael. -gritó mi hermano mientras abría los brazos, señal de rendición.

-Ha sido mi salvación, Alessandro. Deberías dar una oportunidad a tu corazón y dejar estos negocios como hice yo.

Sé que no me haría caso, pero yo a él tampoco. Le quería, pero Scarleth había aparecido en mi vida en el peor momento y le había dado esa luz en una noche oscura. Ella era mi faro, mi guía y mi salvación. Hoy se lo diría.

 Hoy se lo diría

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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora