Puzle

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Cuantos me han perdido por el miedo a perder. En el juego del amor o apuestas por el rojo o no vas.

La soledad es mejor para los cobardes.

Lolo

Cuatro fotos en una especie de altar, dos caras conocidas e infinitas lágrimas no derramadas que se agolpaban sin ningún tipo de misericordia en mi garganta

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Cuatro fotos en una especie de altar, dos caras conocidas e infinitas lágrimas no derramadas que se agolpaban sin ningún tipo de misericordia en mi garganta.

Me habían dejado ropa para poder ver, con mis propios ojos aquello que Roberto, el médico que decía ser amigo de Exal, me había comentado con el máximo tacto posible.

¿Cómo se digiere el peso de otra muerte en tus espaldas?

Una urna de cristales azulados y nácar blanco era lo único que me quedaba de él. Éso y cuatro fotos, demasiado antiguas, dañadas y corroídas por los años en los que las debió llevar consigo.

—Exal...

Cogí la foto más antigua. Mi hermano me tenía en brazos mientras yo sonreía y alargaba las manos hacia él. Acaricié las pequeñas rugosidades que se habían formado al doblarse en el bolsillo de su pantalón.

—Sé que te dijeron que quería matarte, pero no era más que una de las muchas mentiras que querían que creyeras para no heredar lo que él tenía para ti.

La voz de Roberto parecía lejana y yo sólo podía pensar en todos los años que pasé creyendo que Exal había pactado con nuestro padre hacer de mi vida un infierno, dándome caza para poder llevarle el trofeo que tanto ansiaba nuestro padre.

—¿Heredar? —mi voz a penas era un susurro— ¡no quiero nada suyo!

El cuerpo me temblaba de furia y frustración. Se había inmolado por tener algo tan fútil como dinero que no le serviría estando al otro lado. El ser humano es así de simple para complicarlo todo, carece de sentido y se vende bien barato para traicionar sus principios más caros.

—Brenda, debes leer la carta del testamento de tu hermano antes de aceptar o no lo que poseía—dijo Roberto apoyando su mano cálida en mi hombro descubierto.

Sacó de su bata un sobre blanco satinado que brillaba bajo las luces que nos iluminaban y me la acercó instándome a cogerla.

Una vez la tuve conmigo, una sensación de soledad invadió mi cuerpo y tuve que contener mi llanto tapándome la boca con la mano vacía.

Ahí estaban las últimas palabras de mi hermano, encerradas en un trozo de papel deseando ser leídas por primera vez.

La puerta se cerró, sigilosa, tras de mí y sólo me quedé con una tremenda soledad que me asfixiaba y mis más prematuros recuerdos embotándome la cabeza y entristeciendo más mi pobre corazón.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2021 ⏰

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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora