Tobacco Road

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El dolor es el único sentimiento real, por eso yo jamás me he cerrado una herida. Cerrar muchas veces implica olvidar. El recuerdo es lo que me mantiene viva.

Scarleth

La discoteca estaba abarrotada para ser entre semana, se notaba que el buen tiempo estaba animando a la gente para buscar algún lugar donde esconderse de los días largos y qué mejor que en las cortas y borrosas noches entre música y copas.

Me abrí paso hacia la barra y encontré un sitio libre. El camarero me guiñó un ojo y se acercó a mí con una sonrisa. 

  —Buenas noches, ¿qué le pongo? —dijo acercándose a mí más de la cuenta.

Me aparté unos centímetros de él y decidí no pelear con más hombres durante ese día. Había llenado el cupo y sólo quería divertirme con mi mejor amiga como en los viejos tiempos.

—Dos tobacco road, por favor —El chico se sorprendió ante mi demanda, pero le ignoré y desvié la mirada hacia la mesa apartada donde veía a mi llamativa Lolo.

Cogí las dos bebidas y me encaminé hacia ella. Yo esa noche me había puesto un vestido pantalón ajustado de color azul eléctrico con la espalda al aire y un escote prominente, mientras que la rubia se había puesto un vestido plateado de tirantes finos que parecía más bien una cortina al paraíso. Estaba preciosa cuando se relajaba.

  —Aquí viene nuestro mezcal bien cargadito.

—Menos mal que aprendes algo de mí, Brenda.

Ambas reímos y me sorprendí de ello, me había acostumbrado al silencio de mi voz y mi olvidada alegría.

Levanté algo emocionada el cóctel en forma de brindis y Lolo me siguió.

—Porque con mezcal, los dolores son menos y por nosotras, que nos lo merecemos.

Hicimos chocar las copas y nos lo bebimos de un trago. Daba mala suerte dejarse algo en la primera ronda.

Las horas fueron pasando más rápido de lo que quería, la música no paraba de sonar y después de tres cócteles mi mente se relajó algo más y comencé a bailar al ritmo de la música junto a Lolo

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Las horas fueron pasando más rápido de lo que quería, la música no paraba de sonar y después de tres cócteles mi mente se relajó algo más y comencé a bailar al ritmo de la música junto a Lolo.

No sólo estaba feliz por mi logro, a Araña le iban a dar por fin el alta y después de eso, iríamos a un lugar mejor donde pudiéramos cuidarnos la una de la otra mientras todo se tranquilizaba.

Tomaba de nuevo el control de todo y eso era una seguridad que necesitaba en mi vida para poder hacerme cargo tanto de la empresa, como de mi vida.

Mientras bailábamos, un hombre corpulento se nos acercó. Era moreno, con un ojo de cada color y un rictus serio. 

Sonreí por lo bajo.

  —¿Es usted la señorita Salazar? —preguntó sin ningún rastro de sentimiento en su voz. 

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora