Corazón marchito

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Dejé de vivir para existir. Era suficiente para no sentir dolor, ¿sabías que de amor uno puede morir?

Lolo

Mi corazón saltaba como si fuera mi primera vez viendo la vida, tuve que pedir un vaso de agua en la barra para serenarme un poco. La espera era asfixiante.

Miré el reloj de la sala, habían pasado ya casi dos horas desde que dijimos de vernos. Rafael se retrasaba y no sólo yo notaba su ausencia.

Vi como Diablo se acercaba al ver que no cogía a ningún cliente y me puso una mano detrás del vestido plateado que llevaba aquella noche con la espalda desnuda.

  —Querida Scarleth, ¿hoy te has tomado el día libre?

—Estoy esperando a...

—Rafael, ¿verdad? —me cortó con una sonrisa de lado que me puso los pelos de punta— Puede que no venga, cariño. Ya sabes lo caprichosos que son los ricos.

Entré en un estado de shock del que no me podía deshacer. Mil preguntas y respuestas bombardeaban mi cabeza haciendo que ésta se mareara y no me dejara pensar con claridad.

No oí como cayó mi vaso de agua al suelo, los gritos al notar como cristales se me clavaban en los pies que ahora corrían descalzos hacia la salida del hotel, las blasfemias e insultos de Diablo...

Nada me impediría ir a por él.

Corrí, mi vestido plateado hacía juego con la Luna que me entregaba su reflejo para guiarme ante la oscuridad de la noche y mi visión borrosa por las lágrimas que iban saliendo sin cesar, dejando un leve rastro de mi presencia.

Los pulmones me quemaban, las piernas me empezaron a temblar y poco a poco comencé a desorientarme entre tantas casas iguales, pero mis fuerzas se vieron recompensadas al encontrar la casa de las fotos que Rafael me había enseñado. Nuestra futura casa.

Empapada en sudor, con el vestido rasgado y los pies desollados por los cristales y el suelo por el que había pisado, caminé como pude hasta la puerta mientras me tapaba la boca con una mano para no sollozar.

Tenía la garganta seca pero aún así conseguí picar al timbre mientras llamaba a Rafael a gritos. Los perros del vecindario comenzaron a ladrar y las luces apagadas comenzaron a encenderse y a remolinarse vecinos.

Aporreaba la puerta con toda mi fuerza llorando sin parar, no me importaban los demás. Sólo nosotros dos.

  —Rafael, por favor...

Una luz encendida en lo que parecía el salón me daba esperanzas y unas manos me cogieron de la cintura para elevarme del suelo.

Diablo me miró con los ojos como platos, sorprendido por mi estado me acunó mientras gritaba y lloraba.

—Te lo dije, Brenda.

—¿Por qué?

Sólo pude decir eso mientras veía una silueta apagar la luz dentro de la casa. Esa oscuridad me acompañaría para el resto de mis días y mis noches.

El amor era el cuento más terrorífico que te podías creer. Es el origen de todos los monstruos y a mí me habían devorado el alma y el corazón.

 Es el origen de todos los monstruos y a mí me habían devorado el alma y el corazón

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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora