Bienvenido a mi reino

780 87 10
                                    

El miedo no lidera, subyuga. 

Si quieres tener poder, deben de respetarte o acabarás en manos de temerosos rebeldes con la cabeza alta aunándose con fuerza de voluntad y contra ello, estás perdido.

Gael

Debilidad, dolor y docenas de sensaciones más me recorrían el cuerpo al empezar a ser consciente de nuevo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Debilidad, dolor y docenas de sensaciones más me recorrían el cuerpo al empezar a ser consciente de nuevo.

Intenté abrir los ojos y una luz muy intensa me cegó por completo. Volví a cerrar los ojos y fruncí el ceño del dolor de cabeza que tenía. 

A penas pasaron unos segundos, cuando me vino a la cabeza una ráfaga de imágenes de lo último que recordaba antes de haber despertado en ese sitio desconocido.

La muerte de araña, la explosión, los hombres armados y... Alessandro dejándose apresar.

Me intenté llevar las manos a la cabeza del esfuerzo que había tenido que hacer y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba atada de pies y manos con algo parecido al cuero.

Abrí los ojos como platos pese a la luz que me martilleaba con su claridad.

Estaba en una especie de sala blanca, aséptica y vacía lleno de instrumentales médicos y lo que parecía una cámara de videovigilancia suspendida en el techo enfocando hacia mí.

Miré fíjamente a la cámara. ¿Quién habría detrás?

—¡Soltadme!— grité con todas mis fuerzas con una voz a penas parecida a la mía—¡soltadme o matadme, cabrones!

Un dolor punzante hizo que me callara en seco y miré que del batín que llevaba puesto comenzaba a salir sangre y entonces recordé otra de las cosas importantes que había sucedido en ese almacén: me habían disparado.

En ese preciso instante dos hombres entraron en la habitación por una puerta que no había visto, acompañados de dos soldados (o eso parecía), con pistolas.

—¿Os hacéis los sordos, pero la sangre sí que la véis?—me mofé para intentar no pensar en la situación tan horrible en la que estaba.

Al menos, me querían viva. La pregunta era: Para qué.

Me abrieron el batín y quedé completamente desnuda ante esos cuatro desconocidos. Lo que más me sorprendió fue el hecho de que sentí miedo, pero también pudor. Después de los incontables hombres que me habían visto desnuda además de todo lo que conllevaba la prostitución, tenía vergüenza y noté como se me sonrosaban las mejillas.

—Tranquila, Brenda — me dijo el médico que me estaba inspeccionando la herida—sólo se te ha abierto la herida.

Hizo una señal al otro médico para que acabara de cerrar la herida y se acercó a mí. Me miró fijamente mientras se quitaba la mascarilla y su cara me resultó extrañamente familiar, pese a que nunca le había visto.

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora