Desdichado final

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Un recuerdo a veces es la forma más terrible de herirte una y otra vez, sintiéndote como la primera vez que ocurrió. Yo lo llamo tortura.

Scarleth

Las gotas de lluvia repiqueteaban en mi ventana y ya no llevaba la cuenta del tiempo que llevaba viendo como se deslizaban una y otra vez por el cristal en el cual me reflejaba.

No me acostumbraba a esta vida, nací marcada por el odio y el desprecio de mis padres y después de una noche en la que mi vida pendía de un hilo, caminé bajo la luz de las farolas, dejando a mi paso lágrimas de dolor y pequeñas gotas del recuerdo de mi padre, que me acompañaba en días grises como éste. 

Recuerdo la sensación entumecida de mis músculos, a penas sentía el cuerpo cuando un coche se paró a unos centímetros de mí. Sin darme cuenta, estaba vagando por la carretera comarcal en busca de el más crudo final.

La silueta de un hombre, se bajó del vehículo que había estado a punto de impactar contra mi, ya muerto cuerpo. Yo no lo sabía, pero ese momento sería mi salvación y a la vez condena.

Diablo y su maldita labia me proporcionaron una nueva vida para gente que lo había perdido todo y quería un nuevo comienzo. Alguien como yo.

Con a penas la mayoría de edad empecé a ejercer la prostitución en su hotel y todos los días eran iguales hasta que vino él.

Unos golpecitos en la puerta, hicieron que desviara mis pensamientos y mirada de la ventana. No me apetecía ver a nadie, no después de lo del Zar. No sabía porqué, sentía el cuerpo pesado y afloraban en mí sensaciones y recuerdos que creía ya muertos.

De nuevo los malditos golpecitos.

  —Pasa —respondí con cero ganas.

Araña entró con una pequeña bandeja plateada y una sonrisa de disculpa en los labios, miré el contenido de ésta y vi un zumo de naranja y algunas tostadas. La miré de nuevo, algo desorientada.

—¿Y ésto? 

—Scarleth, cariño. Llevas dos noches en las que no has bajado a penas para nada, no te vemos el pelo y estaba preocupada.

La dulzura de Araña me hizo sentir culpable, se habían preocupado y yo no había pensado más que en mí. Hice el intento de sonrisa más forzoso que pude y di unas palmaditas en mi cama para que tomara asiento.

—Gracias, tiendo a desaparecer cuando la lluvia hace acto de presencia.

—Ya me lo dijo Lolo. Dice que vendrá más tarde porque si no te mataba.

Puse los ojos en blanco mientras cogía una de las tostadas de la bandeja, sabía que Lolo me haría tragar la comida con embudo si hiciera falta y yo me resistiría. Tenía demasiado instinto maternal y yo era una niña muy rebelde.

—Mejor —dije metiéndome un trozo en la boca y paladeando el sabor afrutado de la mermelada — es peor que todas las madres del universo juntas.

La risa de Araña inundó la habitación y me dio un abrazo que no pude rechazar. Yo no era una persona a la que le gustara mucho el contacto, pero era imposible no dejarse querer por ella. Era demasiado dulce para una vida como la que llevábamos y su sonrisa jamás se apagaba.

—Tengo noticias frescas, por cierto —canturreó mi compañera mientras se ponía en modo "confidencias".

No me gustan los chismorreos, ya que prácticamente siempre han sido hacia mi persona pero al ver lo emocionada que estaba no pude hacer otra cosa que sentir curiosidad.

No te enamores del Zar [WATTYS 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora