Debería temer que el fuego de mi venganza me consuma por dentro, pero no se puede matar a alguien que ya está muerto.
Alessandro
Aún con los ojos anegados en lágrimas, estaba claro que el tatuaje marcado en la parte inferior del tobillo de Araña no era otro que el mismo símbolo del pájaro.
El emblema distintivo de Exal.
Me dirigí con pasos torpes hacia un Zar con mirada imperturbable, a penas reparé en que ya había usado el picahielos ya que estaba manchado por la sangre de un Diablo que reía como un loco con la falta ya de dos dientes.
La sangre junto con la baba que dejaba y ese traje ya harapiento hacían de él menos que un pordiosero que estaba viendo la muerte y la locura cogidas de la mano, pero yo no oía su risa, ni sus gritos, a penas podía oír mis propios pensamientos.
Dentro de mi cabeza sonaba una vieja canción en bucle que me cantaba Exal en las noches de tormenta. Después de una de las malas noches de nuestro padre, se escabullía cuando la casa se tornaba silenciosa y me secaba las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas.
Pajarito, no llores, algún día conseguiré que vueles. Confía en mí.
Y con esas falsas promesas crecí y también comprendí que nadie puede conseguir que vueles, salvo tú misma.
—...enda, Brenda...
La voz de Alessandro me sacó de mi ensoñación. Le miré y vi un atisbo de preocupación en sus ojos del color del ónice. Me acerqué a la única y prohibida verdad que ahora mismo tenía clara y era que todo me llevaba a él y a la muerte.
Enamorarme de él fue mi fin, al contrario de todas las historias de amor de las que había oído o leído en libros. Me enamoré de la muerte, pero al menos sabía que, como ella, sería eterna.
Me dio igual la sangre y el olor a ocre que allí se había formado. Poco me importó los gritos de furia de un Diablo desquiciado al borde de la muerte. Rodeé el cuello del Zar con mis brazos, poniéndome de puntillas para alcanzar un breve beso, un aleteo de mariposa y abrí los ojos.
El hambre ganaba la batalla a la intranquilidad en sus pupilas y como si hubiéramos entrado en una microburbuja donde nada era imposible, me cogió de la parte baja de la cadera y empujándome hacia su cuerpo de granito me devolvió el beso. Esta vez más fuerte, más profundo, más pasional.
Alessandro en estado puro.
Rodeados de muerte, de dolor y con el tiempo en nuestra contra. Así vivíamos y así, seguramente, moriríamos.
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No te enamores del Zar [WATTYS 2019]
RomansaUn club nocturno, varias mujeres, un hombre misterioso y una elegida. Para los desconocidos soy Scarleth, para el Zar algo más que una mera puta. Tenemos un pacto, un contrato que va más allá de la ley. Las personas que más brillan vienen a esconder...