Capítulo 26.

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Especial.

El avión recién acaba de aterrizar en Konoha, las maletas fueron enviadas a casa desde antes, por lo que sólo tengo que preocuparme de llegar a casa sano y salvo, mi madre es capaz de matarne si llego tarde a casa.

Es el cumpleaños número cuatro del hijo de Karin, mi prima, y debido a la insistencia de ese par de mujeres estoy de nuevo aquí, en la ciudad que una vez fue mi hogar. Es extraño volver, y no recordar la mayoría de las cosas que me sucedieron estando aquí. Con la única persona que he mantenido contacto a parte de mi familia, es con Sasuke, mi mejor amigo.

Me subo al auto convertible amarillo y salgo rumbo al centro comercial que está cerca de mi casa. No había tenido tiempo de comprarle un regalo al pequeño Mitsuki por estar tan centrado en el trabajo.

Busco en las tiendas. Aunque no tengo idea de lo que le puede gustar a un niño de esa edad. Entro a una tienda de juguetes, y la dependienta se acerca a mi con una sonrisa radiante. Me toca el brazo con descaro y no se inmuta al ver mi ceño fruncido.

—¿Buscaba algo en especial? —pregunta sobando su mano contra la tela de mi traje oscuro.

—Un regalo.. para un niño de cuatro años. —me limito a decir.

A ella se le apaga ese brillo en los ojos de repente, lo más seguro es que pensara en que el obsequio sería para un hijo mío. La sola idea me hace estremecer. ¿Sería yo un buen padre?

La mujer me saca de mis pensamientos apareciendo con una caja de tamaño medio. Era una xbox. ¿A caso estaba loca? Los niños de esa edad necesitaban un balón de fútbol o un rompecabezas, no un estúpido video juego al que después se volvían adictos.

—Sé lo que está pensando, pero créame, todos los niños tienen uno de estos ahora. —habla la mujer sosteniendo la caja.

—De acuerdo. —dije no muy seguro.

Le doy mi tarjeta de crédito para pagar, y ella sonríe por ser la venta más fácil del año. Me entrega la caja en una bolsa y me despide con un gesto de mano justo cuando cruzo la puerta.

Mi móvil comienza a sonar en mi bolsillo, y de manera automática lo saco de ahí y me lo pego en la oreja. Era mi madre. Y estaba furiosa.

—¡Naruto! ¡estás atrasado por media hora!.
—exclama en un grito.

Me tengo que alejar el móvil para evitar que mis tímpanos se destrocen por la estridente voz de mi santa madre. Me muerdo el labio para evitar sonreír.

—Tranquila mamá, tuve que hacer una parada en el centro comercial, ¿a caso querías que llegara sin algún obsequio? —digo como pretexto.

—Sólo no tardes más, ¿de acuerdo? Karin está molesta por tu tardanza. —murmura más relajada.

—Si, señora, nos vemos en un rato.

Cuelgo el teléfono y tengo ganas de reír al imaginar a mi mamá soltar un grito por cortar la llamada de repente. En ese momento, siento un golpe en mi pierna a la altura del muslo.

—¡Lo siento, señor!. —susurra una voz infantil.

Bajo la mirada para encontrarme con un pequeño niño de por lo menos tres años, de hebras rubias desordenadas y ojos azul celeste. Sus rasgos tienen algo familiar, aunque no logro identificar la razón de ese sentimiento.

Una pelea contra el amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora