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Los pies sobre la mesa de centro y una taza caliente de chocolate entre las manos, la tipica rutina diaria en todas mis mañanas. Observaba la televisión acurrucada entre las almohadas, mientras esperaba que Ana y su novio pasaran por mi para irnos a la universidad.

Siempre me regañaban por no haber sacado la licencia de conducir cuando tuve la edad suficiente, pero al menos era la excusa perfecta para fastidiar a Ana todos los días.
Su novio Jorge no tenía problema en ello, habiamos establecido un vínculo muy lindo desde que empezó a salir con Ana, por lo que solía recordarme siempre que para él era un privilegio ayudarme en lo que pudiese. Algo así como el hermano que nunca tuve.

Sonó la característica bocina anunciando la llegada de los tortolitos ya habían llegado, asi que tomé mi mochila colgandola a mi hombro, apagué la televisión y salí de casa. Abrí una de las puertas y saludé de beso en la mejilla a mi prima en cuanto estuve dentro, como hacía de costumbre, y de una sacudida en el cabello rizado al loco de Jorge.

-Buenos días

-¿Cómo está mi prima favorita? - preguntó Ana con su irónica frase, mirandome por el espejo retrovisor.

-Sobreviviendo como siempre -respondí dejando mi mochila a un lado.

-Siempre con hambre, siempre con sueño -comentó el de rizos, encendiendo el motor.

-Ese es mi lema.

Ana y Jorge llevaban más de un año saliendo y podía asegurar que no había visto a mi prima tan feliz en sus 22 años. Se habían conocido dentro de la carrera de odontología, cuando un profesor les hizo trabajar juntos para un proyecto.
Por otro lado, ambos tenían demasiadas cosas y gustos en común, por lo que comenzaron a asistir juntos a una academia de baile.

-Ya queda poco para finalizar el año, y Carolina sigue sola como siempre -bromeó Jorge guiñandole un ojo a su novia.

-¿Y...? perdón por no ser tan genial como ustedes dos.

-Tendrías que presentarle a uno de tus amigos -bromeó Ana, acariciando la mano de Jorge en la palanca de cambios.

-¡Ew, no! -negué con la cabeza y cruzandome de brazos-. Lo que menos quiero es que vengan ustedes dos a dárselas de Cupido.

Los chicos rieron ante mi respuesta y continuamos el viaje en silencio. La universidad estaba a unas pocas cuadras de casa, por lo que el incómodo momento no logró prolongarse por mucho tiempo. Cuando por fin ya estabamos fuera, me despedí de ambos y tomé mis audifonos para escuchar un poco de música mientras caminaba hacia el campus para mi primera clase.

El día avanzaba rápido para mi, y es que estudiando la carrera de mis sueños disfrutaba cada cosa que nos enseñaran en clases. La carrera de fotografía había sido mi sueño desde pequeña, cuando fingía tomar fotos con las cajas de medicamentos de papá. Siempre le hacía sonreir con mis inventos, al igual que a mi prima.

Honestamente, Ana era lo más cercano que tenía a una amiga, tanto así que la sentía como una hermana.
No solía socializar demasiado dentro de la universidad excepto para los proyectos y trabajos en clase. Sin embargo, había sólo una persona que se había ganado mi corazón desde el primer momento, Mike.
Mike era el ser mas puro y hermoso que había conocido en mi vida. Nos conocimos cuando entré por error al baño de hombres y me lo encontré cara a cara lavando sus manos. Fue inolvidable, siempre recordamos nuestro cómico primer encuentro y desde ese día nos hemos vuelto inseparables.

Caminaba tranquilamente hacia la cafetería con mi mochila colgada en hombro, cuando una voz masculina me susurra al oido:

-Señorita Kopelioff -escuché en mi hombro.

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