Capítulo 29

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¿Quién hubiera pensado que el cambio de temperatura me pegaría tan fuerte? Mis manos estaban congeladas cuan paleta de fruta, y sólo me quedaba calentarlas cubriendo mi boca y soltando mi tibio aliento. Conocía perfectamente el clima de la ciudad, pero por alguna razón, cada año olvidaba traer un par de guantes para sobrevivir a este terrible frio. No sabía lo feliz que era muriendo de calor, hasta que llegaba a España y me enfrentaba a estas bajas temperaturas.

Caminabamos por las calles de Madrid buscando una joyería, papá quería comprar algo lindo para sorprender a mamá y pensó que lo mejor sería llevarle algún anillo costoso. Yo les seguía el paso detrás, ocultando la mitad de mi rostro en una abultada bufanda de lana, mientras mis dientes castañeaban por el frío.
No recordaba lo bonito que lucía la ciudad cubierta de nieve, e innevitablemente pensé en Carolina capturando todo en cientos de fotos. Probablemente estaría fascinada al ver todos los árboles con esa capa blanca sobre las ramas, o lo cristalizado que se veía el concreto.

Nos detuvimos frente a un gran local de nombre dificil de pronunciar. Seguro era alguna palabra en francés con un ridículo significado sólo para agregarle "clase" o glamour al asunto. Aún así, tenía un aspecto bastante clásico y elegante, con paneles de vidrio que dejaban ver el interior de la tienda, y un montón de color dorado en cada esquina.
Papá hizo un movimiento con su cabeza y nos invitó a entrar.

-Muy buenas tardes, mi nombre es Fiore, ¿en qué le puedo ayudar? -mencionó amablemente, una chica rubia detrás de un gran mesón translúcido. Su aspecto me recordaba mucho a Valentina, era delgada, ridículamente alta, de grandes ojos azules y una pálida tez. Traía el cabello en una larga trenza que caía por su hombro, y unos grandes aros color plata.

-Hola sí -sonrió papá-, estoy buscando un anillo para mi esposa -añadió acercándose al gran mesón junto a la chica. Allí la chica le indicó que le siguiera, dejándole atender por una señora mayor que se encargaba de la sección de anillos.

Valentina quitó un audífono de su oreja, y paseó por el lugar viendo detalladamente cada joya que le llamase la atención. Yo en cambio, escondí mis manos dentro de los grandes bolsillos de mi abrigo, y me senté en una pequeña banca de color marrón junto a la puerta.
Nunca había estado en una joyería, y por alguna razón me sentía incómodo y fuera de lugar. Tomé mi teléfono y deslice la pantalla para matar un poco el tiempo, tenía un corto mensaje de Caro respondiendo a algo que le había escrito hace un rato.

"Ya me voy a dormir, espero lo estés pasando bien. Apenas vuelvas te invitaré a un helado para que recuerdes lo que es sentir calor jajaja. Cuidate por favor".

Le había mencionado lo mal que la estaba pasando con este frío insoportable, y lo tonto que me sentía por olvidar mis guantes en casa. Ella sólo se reía y burlaba de mi desgracia, amaba verme siendo un idiota.
Sonreí para mis adentros y me detuve a pensar en que no tenía nada para ella cuando volviese, tal vez podría llevarle un pequeño regalo y sorprenderla.

Guardé mi teléfono y me puse en pie, Valentina estaba embobada probando unos cuantos anillos en sus huesudos dedos, mientras papá comía sus uñas sin saber cual comprar. Me acerqué hacia un mesón de vidrio que parecía estar lleno de bonitos collares, eche un corto vistazo y arrugué mi entrecejo sin saber que andaba buscando.

-¿Necesitas ayuda? -menciono Fiore, endulzando aún mas su voz al atenderme.

-De hecho sí, quiero un collar pero no estoy seguro de cual -respondí acariciando mi barbilla, fingiendo saber sobre el tema.

-Bueno, tenemos una gran variedad de collares. Con piedras grandes, pequeñas, de oro o de plata, otros con nombres en ellos, gruesos o delgados. ¿Qué estilo estás buscando?

-Uhm, la verdad no lo sé.

-Para tu novia supongo -emitió con un leve desgano, podía oler su coqueteo.

-No realmente -solté una risa nerviosa-, sólo quiero algo especial.

-Bueno.. -carraspeó-, tal vez algo que te recuerde a ella.. -sugirió.

Me tomé un momento para pensar, e imaginé brevemente que tipo de collar le vendrían bien a su bonito cuello lleno de lunares.

-¿Tú tambien, hermanito? -curioseó Valentina, inclinándose sobre el mesón con una gran sonrisa.

-Tú eres mujer, tú sabras mas que yo -confesé en su oído, haciéndola reír.

-Ay Agus, eres un bruto -me codeó-busca algo sencillo, Caro es muy explosiva así que seguro se soprende con cualquier cosa.

Fiore nos observaba con incomodidad, lamía sus labios inquieta por cada mención de Carolina en la conversación. Tenía que admitir que me sentía un poco intimidado por su mirada, cualquiera lo haría teniendo encima unos grandes ojos azules de una chica tan atractiva.

-Creo que me gusta ese -indiqué con mi dedo sobre el cristal-. Sí, es ese.

Agité mi cabeza convencido con mi elección, mientras Fiore lo quitaba de la estantería y lo podía en mi mano para apreciarlo mejor.
Era una fina cadena de oro, con un diminuto y plano dige dorado con forma de trozo de pastel en relieve. Era delicado, sencillo y perfecto.

-Me lo llevo.

Caminamos hasta caja sin siquiera preguntar el precio, allí esperaba papá con su tarjeta de crédito en mano para pagar el anillo de mamá.

-Uhm, disculpe -interrumpí al señor de la caja-, ¿me podría decir el precio del collar?

-Son 59,46€ joven.

Tragué pesado e hice una mueca de dolor, el collar era sumamente caro y no alcanzaba con las hambrientas polillas dentro de mi billetera.

-Tranquilo -me animó papá, poniendo una mano sobre mi hombro. Entregó su tarjeta de crédito al arrugado señor e ingresó su clave para pagar ambas joyas. Le sonreí agradecido y salimos de la tienda a congelarnos nuevamente.
Valentina parloteo todo el camino de vuelta al auto, hablando de lo bien que se veían ciertos anillos en su dedo, y lo mucho que le gustó un collar en la vitrina. Papá le ignoraba por completo mientras leía la boleta con unos enormes ojos al ver el precio del bendito collar.

-Me saliste bastante caro, eh -bromeó papá, entregándome el pequeño papel con el recibo-, y hasta te dejaron un recadito.

Fruncí el entrecejo sin comprender, y leí el final de la boleta para encontrarme con el número telefónico de la chica rubia.

-Todo un campeón, eh -bromeaba papá golpeando mi espalda con la palma de su mano.

Me eché a reír con verguenza.

-Nada que ver pa, ya lo tengo ocupado -respondí apuntando mi pecho con el índice.

-Claro, ¿sino por qué crees que le compró un collar? -rió mi pesada hermanita-, porque comprar un anillo sonaba muy apresurado.

-Que gracioso..

Papá se echó a reir.

-Tendrás que presentarme a la afortunada entonces.

-Apenas lleguemos -sonreí.

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