Capítulo 26

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N/A: dejé una pregunta abajo, de la que pueden participar para agregar algo a la historia.

Flashback

—¡No corran por las escaleras! —les advirtió la pelirroja, mientras que su sobrina e hija hacían oídos sordos a la orden. Estaban demasiado concentradas riendo jocosamente mientras perseguían a una pequeña bolita de pelos llamada "Perla".

Robert, el padre de Ana, había encontrado a la pequeña motita de color blanco junto a la carretera cuando volvía de su trabajo, y al verle tan perdida e indefensa fue inevitable no recordar el anhelo de su pequeña hija cuando le decía: «Papi, quiero un perrito»

Ahora las niñas corrían por toda la casa, mientras que la pobre cachorrita escapaba del miedo. Temerosante y al ver que dos gigantes le seguían los pasos, entró a una habitación que se encontraba con la puerta entre abierta y sin más se acurrucó bajo la cama.

-No quiere jugar contigo -expresó la pecosa pelirroja, cruzandose de brazos.

La castaña que se encontraba de rodillas chisqueando los dedos para atraer al perro, se giró hacia su prima y arrugó su pequeña frente.

—No es cierto —se defendió mientras dejaba caer sus comisuras por la crueldad de sus palabras.

A pesar de sus cortas edades solía existir una pequeña rivalidad entre ambas. Carolina por su lado, había formado una débil envidia hacía su pelirroja prima que solía conseguir todo lo que quería con sólo pedirlo. Ella en cambio, por más que deseara tener una mascota sólo recibía un «no» por respuesta. Pero Ana, quien tenía una pequeña inclinación hacia el egoísmo, odiaba compartir las cosas que adoraba y mucho más si era su preciado perrito.

-¡Si! ¡Por eso se escondió! -elevó la voz.

-¡No, no es cierto! -sollozó Carolina, escapándo escapar unas cuantas lagrimitas que luego descendieron por sus mejillas. Fregó sus ojos con ambos puños y salió de la habitación corriendo para bajar las escaleras.

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-¡Me encanta! -chilló la castaña, uniendo la humeda nariz del animal con la suya.

-Sabiamos que te gustaría -comentó su padre, viendo la tierna reacción de su hija al sostener al cachorro-, entendemos que puedes sentirte un poco sola en esta gran casa, asi que esperamos junto a tu madre -se tomó una pausa para abrazarse a ella-, que te haga compañía.

Carolina tenía un brillo único en los ojos, observaba al animalito como si estuviese por derretirse de tanta ternura. Éste olfateo su nariz unos breves segundos para luego darle una gran lamida a su mejilla. La castaña arrugó la nariz en señal de asco y se inclinó doblando sus rodillas para dejar libre al animal, quien salió dando brincos y husmeando en cada rincón.

—Es un poco loco... pero gracias —soltó limpiando su rostro con el dorso de sus manos. Su padre se echó un par de risas y la tomó del brazo para atraerla hacia ellos, allí le apachurraron ambos de sus progenitores además de unas cuantas sacudidas en su desordenado peinado.

—Tengo que presentarles a alguien —mencionó Caro, soltándose del abrazo.

Caminaron juntos a la sala donde se encontraba Elena leyéndolo un delgado libro, ésta lo cerró al sentir sus presencias y lo dejó frente a la mesita de centro. Se quitó los anteojos de color negro dejando que colgarán en su pecho, y se levantó para saludar.

—Elena, no quería interrumpir pero necesitaba presentarte a mis padres —comentó Carolina, al ver como au invitada le observaba con atención—. Ellos son Victoria y Christopher, aunque todos le llaman Chris —agregó enfatizando el seudónimo.

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