Capítulo 30

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Bajamos las escaleras sigilosamente evitando interrumpir. Los padres de Agustín continuaban charlando en la sala pero parecían más tranquilos y relajados, escuchamos un par de risas entre ambos y suspiramos aliviados.

Una pequeña y peluda motita salió a nuestro encuentro, cuando la vemos venir brincando hasta llegar al último escalón que nos separaba del piso. Este se inclinó quedando en dos patas, y saludo a Agustín mientras intentaba escalar por su pierna.

-¿Y esta bestia pequeña? -preguntó con ternura, poniendose a su altura para acariciar su cabezota.

-No le digas así -fruncí el entrecejo.

-¿De dónde salió?

-Es un regalo de navidad, lo trajeron mis padres.

Agustín a la gorda y pesada bola en sus brazos, dejando que este le lamiera la cara por completo, como si fuese una deliciosa hamburguesa. Y vaya que tenía buen gusto.

-No sabía que te gustaban los perros -comenté acariciando la barbilla del cachorro.

-No soy fan, pero los cachorros me encantan -respondió enfatizando la última palabra-, ¡es que mira esta cosita adorable! -chilló como una nena haciéndome carcajear.

-Según yo, es gigante para su edad pero según papá es normal en su raza.

-¿Qué edad tiene?

-Unos tres o cuatro meses.

-Bueno.. al menos en unos meses ya tendrás un caballo para montar -bromeó-, ¿y cómo se llama?

-Uhm.. se llama -balbucee-, se llama Gus.

-¿Es en serio? -carcajeó-, ¿no encontraste un nombre mas feo?

Supiese que es un derivado de su nombre.

-No se me ocurrió uno mejor -mentí rascando mi nuca.

-Bueno bueno, pensemos en otro -alzó el cachorro tal cual Simba en el Rey León, y puso cara de pensativo-, se llamará.. Rocky.

-Suena mejor que Gus, está bien -me alcé de hombros con aprobación.

-Ve a jugar Rocky.

Se inclinó hacia el piso y dejó libre al cachorro, quien salió brincando nuevamente como tenía por costumbre, directo a su plato de comida junto a un mueble en la cocina.

Nos acercamos a Valentina quien esperaba en la sala de estar, totalmente sumergida en la pantalla de su celular mientras esperaba que sus padres solucionaban sus asuntos. Agustín se sentó a un lado de ella, y yo al otro costado, pero ella no parecía inmutarse con nuestra presencia. Así sin pensarlo mucho, su castaño hermano se lo arrebató de las manos y revisó su conversación como un intruso.

-¡Damelo! -se abalanzó la rubia sobre él, estirando su brazo hasta más no poder.

-Veamos con quien tanto hablas.. -se burló Agustín, poniendo su mano libre en todo el rostro de su hermana mayor.

-¡Te dije que me lo des! -insistió con su cara roja de furia.

-¡Ajá! -agregó en alta voz-, así que hablando con Mike, eh.

Mordí mis labios dentro de mi boca al escuchar su nombre, y me tragué cualquier palabra que quisiese escapar de mi boca.

-¡Y eso a ti qué! -respondió molesta, arrebatando su teléfono por fin-, ya soy mayor Agustín, no tienes porqué controlarme.

Su hermano la miró entrecerrando sus ojos y soltó un «cuidadito» entre dientes.
De pronto, el característico sonido del timbre comenzó a sonar, asi que me levanté con pereza y atendí la puerta. Allí estaba Mike, es rey de Roma, junto con su bicicleta y una gran canasta de picnic que me resultaba conocida.

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