Capítulo 13

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Luces de colores que rebotaban en mis ojos, comida por doquier y decenas de personas bailando al ritmo de la música sin soltar un vaso de plástico rojo de sus manos. Todo me traía recuerdos de mi primera fiesta.

Observaba todos los rincones en cada paso que daba, perdiendome en lo linda y bien decorada que estaba por dentro. Me sentía acogida, como si regresara a mi viejo hogar.
Cerré mis ojos por un momento e imagine llegar a casa y recibir un abrazo de mamá, sentir el aroma de las galletas recien horneadas y los ronroneos en las piernas, de mi gato "Chispas".

Una mano sobre mi hombro me sacó de esa atmósfera y me trajo de vuelta a la fiesta. Abrí mis ojos con molestia, y miré hacia mi lado derecho. Agus movía su boca intentando decirme algo que no logré decifrar por el alto volumen de la música.

—¿Qué?— pregunté frunciendo las cejas sin comprender. Repitió la frase nuevamente y negué con la cabeza encongiendome de hombros, no entendía nada.

Resopló y tomó mi mano, arrastrándome a un lugar con menos ruido. Caminamos por un pasillo hasta llegar a la cocina, que también estaba repleta de deliciosa comida.

—Preguntaba si tenias sed— dijo el castaño, tomando un par de vasos plásticos.

—Ah, sí. Algo.

—¿Bebes alcohol?— preguntó, mientras servía refresco en uno de los vasos.

—No, para nada. ¿Tú si?

—No me gusta, me alegra que a ti tampoco— sonrió, llenando el mio.

Tomamos nuestros vasos y bebimos al mismo tiempo. De pronto, como un pequeño deja vu, sentía como si beber ese refresco me hacía saborear nuevamente mi primer beso. El sabor efervescente de la gaseosa me hacía transportar a ese armario, a esos labios y a ese dulce beso.

—¿Estás bien?— preguntó—. Y eso que no tenía alcohol, eh— rió.

—No, no. Estoy bien— parpadee rápidamente—. Sólo tuve una especie de deja vu.

Caminamos hacia la sala, encontrándonos con un gran grupo de gente bailando y riendo. Todos con pareja o con su grupo de amigos, tal y como a mis 14 años.
Eran tantas personas que era inevitable chocar con algunas de ellas al intentar atravesar la habitación. Caminaba atenta de no perder de vista a Agustín, quien saludaba a todos los que veía en el camino. Yo literalmente no conocía a nadie.

Nos detuvimos en una esquina, junto a una pequeña mesa llena de cupcakes color rosa. Pensé inmediatamente en el tonto pastel, que gracias al cielo Agustín no me hizo traerlo porque que vergüenza llegar con ese desastre. Seguro su hermana se me reía en la cara.

Agustín movia la cabeza al ritmo de la música, mientras yo observaba toda la gente desde mi lugar. Nos manteniamos en silencio, tampoco era un lugar muy bueno como para charlar, pero se sentía un tanto incómodo. De repente, siento como una pareja comienza a acercarse específicamente hacia nosotros, los reconocí al instante. Una pelirroja y un chico moreno con alocados rizos negro azabache, Ana y Jorge.

—¡Ana! ¡Jorge!— exclamé en tono de pregunta—. ¿Qué hacen ustedes acá?

—¿Qué haces aca?— preguntó emocionada, abrazándome por el cuello.

—Yo la traje— respondió Agus.

—¿Y tú no deberías estar en casa, descansando?— le pregunté al de rizos, apuntando su pie.

—Sí, pero no dejaría que Ana viniese sola— respondió Jorge, elevando el pie del piso, mientras se sostenía de la cintura de su novia.

—Son unos tarad- intenté decir, sosteniendo el puente de mi nariz con mis dedos.

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