Capítulo 25

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—Something about you makes me feel like a dangerous woman.. —cantaba  moviendo la boca con exageración, mientras ponía espuma en mi pierna derecha. Ya me sentía dentro de la canción.

Por fin había llegado el 24 de diciembre. Los pajaritos cantaban alegres, el sol radiante iluminaba todo el baño y yo traía el mejor ánimo del mundo para ser las 10 am con una canción de Adriana Grander sonando de fondo. Nada podía salir mal.

Tenía todo preparado para este día, la comida para la cena, lo que iríamos a beber, la decoración y por sobretodo el vestido para la noche; esto ya que en años anteriores siempre me quedaba con una fea remera que pillaba por ahí, y unos pantalones que no combinaran para nada (a propósito). Así que me levanté tempranito, tomé mi maquinita de afeitar color rosa, mi espuma especial y me metí al baño.

Había comprado un vestido con falda aglobada que llegaba hasta más arriba de mis rodillas, era de un precioso color vino y enseñaba con delicadeza mi espalda. Tenía que lucirlo sí o sí, y no lo haría teniendo piernas de macho.

—Something 'bout, something 'bout —susurraba siguiendo la letra.

De pronto, escucho a lo lejos con mi oído supersónico que alguien atendía la puerta. Me quedé estática e intenté oír con atención.

—Hola, ¿sí? ¿qué necesita? —sonaba la voz de Elena.

Abrí mis ojos como plato mientras cruzaba los dedos (hasta los de los pies) para que no fuese quien creía que era.

—Eh.. estoy buscando a Carolina. ¿Está en casa? —respondió la voz.

No.

No, no, no.

Yo conocía esa voz como la palma de mi mano. Tiré la máquina al aire sin importar donde cayera, y quite la pierna de la bañera. Bajé corriendo las escaleras y ahí estaba, mirandome con cara de ¿quién es esta mujer? y yo ni palabras.

—¡¡Mamá!! —exclamé con euforia, a la vez que me colgaba de su pobre cuerpecito lleno de bolsos.

—Caracolita —me abrazó con ternura,  a la vez que me llena de besos en las mejillas.

Luego recordé que tenía una pierna llena de espuma para afeitar y me solté de ella, no quería ensuciar sus pantalones pero al mirarlos el daño ya estaba hecho. Había dejado unas cuantas nubes de espuma sobre ellos.

—Ay, lo siento mamá —hice una mueca arrugando la frente.

—No pasa nada —rió mientras los observaba, luego subió la mirada y se quedó viendo a Elena—. Um, Carolina, ¿podrías explicarme..?

Cerré mis ojos llenos de culpabilidad y le pedí un poco de privacidad a la rubia, ella asintió y continuó con sus cosas. Mamá dejó los bolsos reposando en el piso para luego cruzarse de brazos frente a mi.

—No te voy a mentir mamá, olvidé llamarte de vuelta. Pero créeme que para eso lo hice, para explicarte.

—¿Explicarme qué? No estoy entendiendo.

Suspiré profundo y comencé a relatar toda la historia de Agustín. Poco a poco los tensos brazos de mamá en su pecho, comenzaron a bajar junto a sus comisuras. Mamá tenía el corazón extremadamente blando y cualquier situación así le ponía sensible.

—¡Ay, Carolina! —negó con su cabeza, para luego abrazarme a su pecho y besar mi cabeza—, tienes el corazón de tu abuela.

Elevé la mirada y me encontré con su sonrisa, ella estaba de acuerdo.

—No te preocupes por nosotros, le hablaré a tu tía Susan para que nos de alojamiento.

—Gracias —respondí con alivio.

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