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Muñeca de porcelana.

Parte ||

Una joven jugaba con su cachorro en su pequeño jardín, donde ninguna flor estaba viva, la muerte se podía respirar, mientras todos los alrededores estaban vivos, aquel cuadro parecía una escena sacada del desierto, sin embargo eso no impedía que aquella jovencita se divirtiera con su cachorro color chocolate, un pelaje brilloso gracias a los cuidados de la joven, quien a diario se dedicaba a cepillarlo hasta quedar impecable.

Ahora la joven de ojos plata yacía en el piso lleno de pasto seco, riendo mientras en cachorro lamia su rostro, aquella escena era una verdadera obra de arte, ella le daba vida a todo lo que estuviera a su alrededor, quien diría que la chica que ahora sonreía abiertamente, sufría cada noche por el maltrato de su madre, una mujer implacable que no ocultaba los celos que le tenía a su preciosa hija, culpándola de su adicción al tabaco y su cuerpo ahora deformado por el embarazo, con un padre que llegada a altas horas de la madrugada oliendo a alcohol, que se dirigía a su cuarto a paso lento hasta estar respirando sobre ella, susurrando palabras denigrantes a su oído haciéndola estremecer y preguntarse si realmente aquel hombre que le hablaba sobre sexo y lo deliciosa que se veía, le dio la vida.

La joven de 12 años seguía pensando que la felicidad aún existía para ella, que aquello que le pasaba era el camino que le toco y que lo afrontaría para llegar al final y por fin dar un respiro a lo que es la vida. Ella estaba dispuesta a soportar todo por el tiempo que fuera necesario, ya había soportado vivir con ellos, sus peleas, sus maltratos, y malas palabras, aguantaría más, o eso pensaba hasta aquella tarde de invierno.

Ella llegaba de la escuela, escuchando las groserías que sus compañeras le decían, palabras inyectadas de envidia, todo en ella lucia perfecto, no es no tuviera un defecto, simplemente que su alma era tan pura que daba una imagen irreal.

Escuchar sus palabras le afectaba no obstante fingía no escucharlas, se dirigió a casa, feliz, ya que en clase de manualidades habían aprendido a tejer, su primer pensamiento fue a su cachorro, trabajo por un mes, para tejerle un lindo gorro naranja que lo pudiera cubrir del frío que sufría puesto que sus padres no le permitían alojarlo dentro de la casa, por lo cual dormía en la parte trasera del patio, la joven pensó que al menos eso lo mantendría caliente, había gastado sus pocos ahorros en el estambre y el instrumento para realizarlo.

Estaba muy contenta, pero su felicidad se apago al notar el ruido que hacían en la parte de atrás, fruncio el ceño y se dirigió al lugar de donde provenía el ruido y después un quejido.

Que sorpresa se llevo al encontrar a su madre colocando tierra en un hueco donde se asomaba un lindo pelaje chocolate, su corazón dejo de funcionar o al menos así lo creyó al notar quien estaba en el hoyo, su madre aún no la notaba, eso le dio la oportunidad para ver su expresión de satisfacción al arrojar la tierra a su mascota, seguido de eso le escupió.

-Estúpido animal, ya era hora de que dejaras de joder.-Habló su madre con desprecio.

La joven no había notado que estaba llorando hasta que volteo su vista a su manos, donde sostenía el gorro, estaba mojado, ella furiosa y desesperada, lo soltó junto a su mochila y corrió a rescatar a su único amigo.

Su madre la miro horrorizada, viendo como la chica escarbaba con rabia, llenando su ropa de tierra fresca, manchando su piel de porcelana, con mejilla encendidas por las lágrimas, tomo a su amigo y lo abrazo, susurandole que despertará, que le tenia un regalo en el que había trabajado muy duro, que le encantaría, pero su amigo no respondía.

-¡¿Qué le hiciste?!.-Gritó la joven a su madre.

-La basura cruzo la calle y lo atropellaron.-La mujer sonrió satisfecha.-Deja a ese animalejo, estas ensuciando tu ropa.

-¡Era mi amigo!.-Chilló sacando su dolor frente a su madre.

-Como sea, si quieres entierralo tú, yo ya me canse, mis uñas se estropearon por culpa de esa basura.-Masculló la mujer, mirando sus uñas con una mueca.

-¡Vete!.-La joven no creía que aquella mujer tuviera tan poca compasión para no sentir ni una pizca de lástima.

-Como quieras, solo apresurate a limpiar este desastre, creo que tendré que hablarle a la manicurista para que arregle mis lindas uñas.-La madre se alejo a paso lento sin darle una mirada a aquella escena tan desgarradora.

<< Es que la vida tiene algo en mi contra>> Pensó la mujercita sollozando.

No lo entendía, que había hecho mal para merecer tan cruel vida, a pesar de unos padres como los suyos, la mayoría del tiempo se mantenía optimista, sin embargo cuando se ponía triste, era con si buscara culparse o encontrar un defecto en ella y poder sentirse en paz, cuando aquello pasaba, su mente se transmitía a una visión poco razonable para su edad, ella con un cuchillo en mano, enterrándolo en su pecho, desangrando y finalmente sonriendo mientras caía al suelo, aunque cuando lo idea cruzaba por su mente la disipaba muy rápido, ella quería vivir, pero cómo vivir si sientes que a cada minuto que pasa todos a tu alrededor al parecer te quieren muerta...

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PorcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora