Muñeca de porcelana
Parte IV
La noche en que sus ganas de vivir acabaron, fue en momento menos esperado para ella, sorpresivo a decir verdad, nunca lo imagino, por su mente aquel hombre no había sido el mejor, pero le quería, le quería a pesar de no querer hacerlo.
Recordaba las noches que entraba en su cuarto y le decía obscenidades pensando que ella dormía, que no lo escuchaba, había pasado tiempo desde que no lo hacía, el alcohol había hecho a un hombre de abundante barba, barriga promedio y con un olor que mataría a las flores si tuvieran.
Aquella noche ella realmente dormía, después de lo tormentoso que había sido ignorar las burlas se los demás, estos de habían aburrido y ya casi no la molestaban, en noches no había podido conciliar el sueño y estaba demasiado agotada aquel día, tanto que llego y cayó rendida, lo que no sabía es que su padre junto a un amigo suyo estaban en la casa tomando, no se dio cuenta, su cabeza estaba en otros mundos para notar a esos asquerosos borrachos, riendo y brindando a sus espaldas.
Las 6:26 pm marcaba el reloj, fue lo último que vio la chica antes de dormir...
Los hombres abajo, reían de un tonto chiste que había pasado en televisión, cuando el amigo saco de su chaqueta unas revistas pornográficas, ambos se comían con los ojos a las mujeres, ambos como buenos compañeros, se masturbaron, no obstante quedaron insatisfechos.
-Mierda, hombre mi mano no es suficiente.-Explico el hombre robusto padre de la niña.
-Joder, que es cierto cabrón.-asintió su compañero.-Vamos a el barrio de putas.
-Esas putas ya no son lo mismo, están mas gastadas que mis zapatos.-Respondió.
-Tienes razón, ¡Hostia como duele!.- Se quejo su amigo tomando un trago de cerveza.
Se quedaron en silencio un tiempo, hasta que el dueño de la casa lo rompió.-¡Hombre, mi jodida hija!.
-¿Qué mierda?.-Habló el hombre, y después soltó una risa digna de un matón.
-Si, esa pequeña hija de puta, me las debe, a parte no has visto como a crecido, la perra tiene un buen culo y unos senos jugosos.-Al terminar su voz sonó ronca.
-¿Juegas?.-Preguntó su amigo, sin embargo este sonreía como cuando vas a ligar.
Ambos hombres, después de tomar otras cervezas baratas y con el alcohol encima, subieron al cuarto de la adolescente que dormía plácidamente, ambos borrachos tratando de contener sus risas pero era casi imposible, tambaleantes, tropezando con una mesa y rompiendo un florero, el sueño de la joven era tan grande que ni lo notó.
Los hombres entraron y la vieron durmiendo, la viva imagen de un ángel en su posición mas espectacular que pudiese haber, los malditos hombres lo hicieron.
La violaron, los malditos hijos de puta la follaron a su antojo, mientras ella gritaba pero al hacerlo la golpeaban tan fuerte que casi quedo inconsciente, su piel fue marcada por la suciedad de sus manos, lloro por ella, por su vida, por no poder hacer mas que llorar, ambos hombres la tomaron como quisieron, la dejaron inmóvil, entonces ella entendió que así era su mundo, en mundo real, donde jamas llegaría un caballero a salvarla de aquella desgracia, que sus padres no la amaban, si la amaran no le harían daño, que las princesas indefensas no pueden existir y si lo hacen seria la decisión mas letal que pudieran tomar, que aquí nadie es tu amigo, estas solo siempre lo estas y lo estarás, ella ya no sabia explicarse de donde sacaban las canciones de amor, de amistad, de felicidad, cuando en realidad ella jamas lo había experimentado.
Llorando, soportó cada palabra, cada caricia, cada bofetada que le daban, se sentía sucia, ida, ni siquiera sentía coraje, en ese momento solo se silencio y no dijo nada, de su boca solo salían gemidos, gemidos que decían todo lo que quería expresar, todo lo callaba en aquella mente, no sabia si estaba decepcionada de sus padres, de sus supuestos amigos, de ella, o simplemente era la vida que le toco llevar.
Pasaron dos horas que para la joven fueron eternidades, estaba desnuda, semi cubierta por una manta, con golpes en su rostro antes sueve y hermoso, sus ojos vacíos aun humedos, abiertos mirando a la nada pérdida en lugares que desconocía, su corazón latiendo débil, su quietud tan penetrante que parecía una estatua, su inocencia en las cosas que aún creía, se había terminado, ya estaba rota pero al parecer la hicieron añicos, polvo y cenizas en esos momentos, ya no había nada, ya no era nada...
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