Hay días en que quiero huir de las redes. Hay días como hoy que también quiero huir de la gente. Quiero ir a un lugar frío y tomar un café por ahí, tener un ventanal enorme desde donde se vea un bosque profundo y un lago, donde solo me preocupe el frío del agua y el vapor de la bebida caliente. En un boliche de zona, donde todo es medio pelo, incluso las pocas caras que siempre lo frecuentan y lo mantienen con vida. El menú es tan escaso como su popularidad. Llegar y que nadie se percate de tu presencia. Nadie te juzga, les da igual que estés o no, seas quien seas, seas como seas, mientras no rompas la armonía del lugar. Hay tardes que quiero olvidarme mi nombre, mi ciudad, quiero ser nadie en algún lugar cualquiera, desconocido como yo, tibio y relajante, y caminar millas de brisa y olor a impropio. Despojada de toda esa mierda que nos rodea siempre. De las miradas que juzgan, de los limites, de los deberes. De los noticieros llenos de sangre. De los mensajes de texto que te presionan. De la culpa. Hay noches que quiero volar, sentir mas amiga a la luna, notar que el espacio es mayor. Que el cielo azul oscuro es para mi. Y caer suavemente sobre la hierba verde, en un terreno con relieves sutiles, y volver a caminar, caminar horas de silencio astuto, de silencio compasivo. Sin rostros cercanos, manos intrusas. Ver luces a lo lejos, desviarse. Sentir bajo los pies el pasto acolchonado que te invita a seguir sin rumbo, para que el cielo que se pierde allá en la curva te haga pensar solo en alcanzarlo. Como si tu única preocupación fuera sobrevivir a tocarlo y arrastrarte adentro de él. Hay madrugadas que despierto inquieta, intranquila, inmune al virus de la civilización y con ganas de ver el solcito detrás de uno nubarrones blancos y esponjosos que me invitan a escapar de mi habitación. A alcanzar las ultimas horas del día. Solo con agua y aire. A correr trechos de gente cuyos rostros se borran en el tiempo con la velocidad de mis pasos y sus miradas superficiales. A lo largo del día la imágenes vuelven con caras familiares que me invitan a volver. A buscar compañía, a civilizarme. Para compadecerme de mi misma. Y hacerme creer que necesito un abrazo, unos ojos conocidos, una casa comoda, la comida de mamá, la mano de un amigo, la sonrisa de alguien mas. Y yo quiero seguir siendo salvaje. Salvaje y solitario como un animal auto suficiente. Con el corazón a mil por hora y el cerebro anulado de sentimientos. Necesitar solo de la tierra fresca. Como si en el momento de morir de hambre cazara con mis propias manos en el desesperado intento de seguir viviendo. Con la intención de llegar al mar salado y eterno. Basto y peligroso. Frío y que me seduce a llegar a mis mas peligrosos limites. Cegada de querer ser solo yo en este mundo de invasores, destructores y sedientos de vanidad. En la impulsiva decisión de irme un ratio de este mundo. Desviar el eje. Cambiar el aire. Con ese afán que me caracteriza de inventar vidas perfectas fuera de lo real. De sacar de mi, héroes y se salvan así a mismos de la peste del existir.
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POPURRÍ
De Todo"Estar feliz y sin embargo, no ser feliz. Ah, pero nunca imagine que el estar feliz incluyera, ¿sabes?, tanta tristeza" MB