Diván

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Con el orgullo a flor de piel me reservo un pasaje para la dignidad. Porque nos avergüenza decir lo que sentimos y nos da miedo decir lo que pensamos. Y así dejamos pasar días y meses y años incluso, siempre en el molde. El que no arriesga no gana y el que lo hace puede quedar mal parado. No nos dan los huevos para mirarnos fijo. No nos da la cara para no desmoronarse cuando decidimos que hasta acá llegamos. Que la mochila pesa. Y la arrastramos porque nos da miedo sentirnos bien. Nos aterra el solo hecho de pensar que merecemos ser libres, plenos y felices. Valoro el coraje de quienes se la juegan, así en vida como sobre la mesa, como un juego de cartas y bastante mala suerte. Lo que nos diferencia es un supuesto positivismo, de que yo no creo ver chances donde ellos ven el éxito. Esas personas sin embargo no saben perder. Peor aún, yo no se ganar. Suena tan triste como una tragedia shakespireana. Me cuesta pasar de los dichos a los hechos, practicar frente al espejo no sirve. Hasta me doy miedo. Ni siquiera yo me doy una oportunidad y de ahí mi drama. Por el diván pasaron muchos "hacelo" "es ahora o nunca" "te vas a arrepentir" y sin embargo, el diván es mi lugar favorito. Por allá pasó gente que hablaba con el corazón y siempre tan en mi zona de confort, por nada me jugaría la comodidad de escucharlos decir que si vale la pena, va a suceder. Y a mi me sucedieron muchas cosas.

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