Prólogo

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La madrugada caía silenciosa y fresca sobre la ciudad, decían que New York era la ciudad que nunca duerme y eso era cierto, a excepción de esta parte de Manhattan en donde la imponente y preciosa Universidad de Columbia se alzaba entre edificios antiguos y nuevos, pastizales verdes y repletos de árboles gigantescos, además de los campos de futbol y atletismo, un verdadero paraíso universitario. En aquel lugar, justo en uno de los apartamentos cercanos a la Universidad se encontraba la luz encendida, pero ¿Quién podía estar despierto a las tres de la madrugada?, la respuesta era Maya Hart, quien sentada en su banquillo de madero pintaba con serenidad un óleo blanco como la tiza.

Maya ya no era una niña , su físico y su edad lo dejaban en claro, seguía teniendo una preciosa cabellera rubia que formaba ligera ondas en las puntas, sus ojos seguían siendo magnéticos y azulados, pero la tonalidad se había tornado más densa y oscura, producto de la madurez y de su pasado, su rostro también seguía femenino y fino pero con facciones mucho más adultas y sensuales. Su estatura seguía siendo pequeña pero ya no tanto como en el pasado, ahora media unos cuantos centímetros demás, cosa que agradecía, su cuerpo era el sueño de todo chico y chica, pues se mantenía esbelto y con curvas perfectas , ya que desde que había ingresado a la universidad, todas las mañanas, antes de las clases iba a la pista de atletismo y corría unos cuantos kilómetros, no por vanidad , más bien para liberar estrés. Todo en ella era familiar a su versión adolescente, pero definitivamente no igual, pues muchas cosas habían cambiado.

Cuando despertó, sintió la necesidad de comenzar a pintar, no sabía que ni como, simplemente era un impulso que le cosquilleaba la mano y los pies, por ello es que estaba delante del óleo colocando colores azulados y violetas uno sobre el otro creando un efecto de degradado perfecto, ya estaba acostumbrada a que sus mejores horas de inspiración fueran en la madrugada y por ello siempre estaba todo preparado para cuando ella despertara y se pusiera a pintar, pero como aún seguía un poco adormilada no pudo evitar tirar unos cuantos pinceles que descansaban en el bordillo de su caballete, fastidiada con ella misma se agacho a recogerlos, pero entonces un recuerdo vino a su mente.

*Inicio de Flashback*

El salón de arte era un lugar luminoso y cálido por el que normalmente se filtraba muy buena luz, aun cuando el clima fuera nublado, por ello es que Maya aprovechaba cualquier momento oportuno para escaparse de sus amigos y ponerse a pintar, aunque últimamente tan solo lo hacía para alejarse un poco de todo el drama que se desarrollaba en torno al estúpido triángulo amoroso. Ojala pronto el vaquero tomara una decisión, porque las cosas comenzaban a ponerse tensas y eso no era lo que ella quería. Aunque no era momento de pensar en eso, debía acabar la pintura para la siguiente semana si quería presentarla a tiempo a la maestra y recibir una buena opinión. Tomo entre sus manos el bote de los pinceles y los coloco en el caballete pero estos rodaron cayendo en el suelo estrepitosamente, exasperada por el contratiempo se inclinó y tomo el pincel entre sus manos, pero ante ella una sombra grande y fuerte la cubrió totalmente.

Ahí justo frente a ella se encontraba el dueño de sus dolores de cabeza Lucas Huckleberry Friar, la miraba con sus preciosos ojos verdes y una sonrisa resplandeciente ¡Demonios!, es que acaso no se podía ver mal como el resto de los chicos?, claro que no, él era perfecto hasta para respirar.

—¿Qué haces aquí Huckleberry? — Pregunto Maya levantándose por completo y colocando los pinceles en su lugar, rezando porque estos no volvieran a caer.

—Yo, vine a verte — respondió colocándose aún más cerca de ella, observando con alegría la pequeña mancha purpura que reposaba en la mejilla izquierda de la rubia y que la hacía lucir completamente adorable.

—Dispara vaquero — Dijo la ojiazul sentándose de nuevo en el banquillo, sintiéndose un poco avergonzada por lo mal que probablemente se veía, manchada de pintura y recogiendo estúpidos pinceles que no se mantenían quietos.

LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora