Capitulo 9

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"Antifaz de carne y hueso

Mirada celestial y labios carmesí

Sonrisa de cristal y cabello espeso

Corazón palpitante y manos sangrantes.

Mientes y destrozas

Enloqueces y envenenas

Susurras y desvelas.

Me hieres y me curas

Me amas pero traicionas

Te escondes y me encuentras

Anhelando tu cuerpo, tus ganas y tu vida

Anhelando tu alma entrelazada a la mía

Anhelando tus labios pegados a los míos

Antifaz de carne y hueso

Muero por un beso."

El reloj de la pared marcaban las 6 de la tarde, la ventana de su habitación mostraba el precioso atardecer que se colaba entre cada nube, despidiéndose y dándole paso a la tenue oscuridad que poco a poco manchaba el cielo, como las manchas de tita derramadas sobre un papel, las luces de su habitación estaban encendidas al igual que las de su baño, la impresionante caja blanca reposaba sobre la cama mostrando en todo su esplendor a aquel vestido rojo que le había sido envido antes y ella estaba sentado en aquel banquillo de satín a juego con su tocador de beige de madera pulcra y elegante, con tres espejo y con diversos cajones en donde guardaba alguno que otro producto de belleza. Dudosa se miraba en el espejo, aplicando los últimos toques a su maquillaje y a su peinado, procurando que nada fuera estropeado por su prisa o por su inexistente sabiduría con la moda, afortunadamente casi todo el trabajo lo había realizado Melanie antes de irse con Nathe, pues ninguno de los dos asistiría al baile, poniendo como excusa una cena familiar en casa del pelinegro , quien ansiaba ver s u madre desde hace mucho tiempo y que por consecuencia deseaba llevar a su novia.

Suspirando se introdujo en aquel vestido, procurando no rasgar y corrugar la tela, haciendo gala de su flexibilidad y ajustando fácilmente el corsé a su cuerpo, asegurándose de que la cinta estuviera bien sujeta junto con la enorme falda, descubriendo con una sonrisa que Tony había atinado perfectamente a la talla, tanto como si lo hubiera mandado a hacer a la medida. Tomo su pequeña cartera a juego con el vestido y su antifaz, se colocó las zapatillas y se dirigió directo a su sala de estar, en donde esperaría a su acompañante, pero antes de que si quiera pudiera poner un dedo en el sofá el timbre sonó, obligándola a mirar al reloj en donde las 7:30 se leían, sacándole una enorme sonrisa por la puntualidad que el chico británico demostraba. Inquieta por el vestido, el maquillaje y volver a ver al ojiazul después de aquella carrera abrió lentamente la puerta de su apartamento, encontrándose con una imagen que definitivamente la dejaba sorprendía.

Anthony Howland era el mismísimo retrato de la perfección y la elegancia, pero por muy extraño que sonara también del misterio y del peligro, pues todo comenzaba por esa camisa negra a juego con la corbata del mismo tono, de la que solo sobresalían una finas y casi inexistentes líneas rojiza del mismo tono de su vestido, seguido de un saco igualmente oscuro que se le pegaba al torso y a los brazos como un guante, enmarcando musculo a musculo su bien formada espalda, haciendo babear a cualquiera, el pantalón no era recto ni completamente ajustado, más bien se mantenía en un corte justo para que luciera elegante pero juvenil, al igual que sus zapatos italianos que en conjunto con el precioso reloj dorado que reposaba en su muñeca terminaban por darle los últimos toques al atuendo.

-Luces preciosa- soltó el rubio primero, disfrutando milímetro a milímetro de la increíble belleza que tenía delante y más porque el vestido que el había elegido para ella le quedaba aún mejor de lo que su imaginación creía.

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