Capitulo 1

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El verano estaba a punto de terminar, tan solo faltaban 2 semanas para que las clases volvieran a comenzar y eso lo tenía bastante claro Maya, pues ya tenía una lista de lo que debía comprar para el nuevo semestre, pues la rubia estudiaba Artes y este era su penúltimo año, ya que a diferencia del resto se había especializado en las corrientes clásicas, tomando un semestre demás, aunque eso a ello no le importaba, ya que el pintar siempre la había hecho feliz y eso era de las pocas cosas que seguí igual.

Sin demorarse más tomo su bolso y las llaves de su apartamento, asegurándose de que nada se le escapara pues sería un poco frustrante ir de compras y olvidarse de algo, pero al parecer todo estaba listo, por lo que sin pensárselo más se encaminó a la calle, descubriendo que afuera hacia un maravilloso clima cálido y resplandeciente que te invitaba a caminar por las calles de Manhattan sin prisa y eso fue lo que precisamente hizo , camino exactamente unas 11 cuadras a la tienda en donde la mayoría de los estudiantes de su Universidad iban a comprar lo necesario para un nuevo ciclo. Pronto entro en la gran tienda ya repleta de gente, pero afortunadamente ella no llevaba prisa, entonces tomo una pequeña canastilla de compras y se dirigió a la sección de artes plásticas , comprando algunos botes de pintura , pinceles de diversas medidas y un juego de colores de madera nuevo, ademas claro de unas cuantas carpetas y bolígrafos. Sin embargo aún le faltaba una última parada antes de poder ir a la caja y esta se ubicaba en el fondo de la gran tienda, pues esa área estaba diseñada únicamente para los libros y ella necesitaba uno en específico que su maestra de escultura le había solicitado, así que resignada a caminar un poco más fue entre los grandes estantes repletos de libros , leyendo algunos títulos y las secciones en donde estos se ubicaban, pero aún no encontraba lo que buscaba, por lo que dividió ir más allá de las primeras secciones, lo que no sabía es ahí justo en uno de esos pasillos se entraba Riley Matthews , la misma que alguna vez fue su mejor amiga, pero que ahora tan solo era un rostro con nombre.

Quiso escapar o tan solo retroceder, pero la preciosa castaña también la había mirado entrar en el estrecho pasillo, por lo que único que le quedaba era afrontar su desafortunado encuentro. Debía admitir que la castaña lucia preciosa, pues llevaba un ligero vestido blanco que dejaba al descubierto un poco de sus hombros bronceados y que se pegaba a su cuerpo hasta la cintura donde se expandía vaporoso y más ligero aún, dejando al descubierto sus increíbles piernas bronceadas y ejercitadas, no por nada era la capitana de las porristas, pero sorprendentemente lo único que se mantenía intacto eran sus rasgos infantiles aún cuando la castaña luchaba contra ellos utilizando maquillaje un poco más pesado que cuando era adolescente. Riley se mantenía igual al pasado o eso se pensaría a primera vista por qué la realidad e totalmente distinta.

Ahí estaban las que algún día se hacían llamar "Mejores amigas", mirándose fijamente en aquella tienda, pensando en si pretender como si no se hubieran visto, lo cual sería un poco inmaduro o al menos saludarse por cortesía y en nombre de esa gran amistad que las unió alguna vez. La castaña fue la primera en dar el primer paso y acercarse a la rubia que al verla se quedó paralizada en su lugar pensando en que intenciones tenia Riley para dirigirse a ella, pues desde hace mucho tiempo ya no tenían temas en común ni nada que las uniera.

—Maya Hart — Hablo una vez que estuvo frente a frente con su ex mejor amiga regalándole una sonrisa triunfante e hipócrita — Cuanto tiempo sin verte — Mintió pues en realidad casi siempre se topaban unas cuantas veces por el campus, ya que la morena también estudiaba en la Universidad de Columbia, claro que en otra facultad, pero aun cuando se vieran constantemente, preferían ignorarse y seguir sus respectivos caminos, aunque eso no impedía que oyeran comentarios sobre la vida, la una de la otra.

—Riley Matthews — La rubia le devolvió el saludo tratando de ser cortes y tratando de echar un vistazo rápido a las estanterías, pues lo único que la había llevado ahí, era el estúpido libro de escultura y no se iría sin él. Aun cuando en el proceso tuviera que soportar ese tan desafortunado encuentro.

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