Capitulo 12

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Nervioso miraba la puerta del pequeño restaurante abrirse y cerrarse con la llegada o salida de los cientos de clientes que transitaban un Lunes por la mañana; algunos con prisa, otros con pereza y uno que otro con demasiada adrenalina en la sangre para su propio gusto, pero esa era su culpa por llegar 15 minutos antes de la hora que el mismo había sugerido, aunque cualquiera con un poco de raciocinio habría huido de su casa al tener una novia completamente enfurecida y celosa , tal como lo era Becca, porque creíble o no ambos habían tenido una larga discusión todo el fin de semana que concluyó con una que otra lagrima e incluso un jarrón roto, esto no quería decir que habían terminado, pues con los años había aprendido a sobrellevar a la chica y sonara estúpido o no, el aceptaba estar con ella a cualquier precio, no se trataba del sexo que por cierto era bueno, pero ese no era el caso, más bien se trataba de ese inmenso sentimiento de soledad que lo embargaba cada vez que llegaba a su casa , a sabiendas de que ni siquiera una mascota lo esperaba, tal vez era un problema de baja autoestima o algo por el estilo, quien sabe, eso realmente lo tenía sin cuidado, como bien decía su padre: "Hay cosas que son como simplemente deben de ser y eso no se puede cuestionar".

Pero esto no se trataba de Becca, ni siquiera de el mismo , esto se trataba del pequeño objeto reluciente que llevaba consigo desde el baile y que no paraba de recordarle lo estúpido que había sido al tomarlo y no devolverlo a su dueña, aun cuando esta fuera la chica que le había roto el corazón en su adolescencia y que definitivamente seguía teniendo un poco de control sobre de él, por más que tratara de negárselo sabía que la verdad era esa, por ello es que al entrar en pánico lo único coherente que se le había ocurrido había sido mandarle un mensaje a Maya, la rubia de ojos azules que en un tiempo había sido su otra mejor amiga y con la que las cosas habían terminado de manera extraña, no es como si se odiaran ni mucho menos, pero tampoco podía decir que eran los mejor amigos, al menos no es ese momento, por ello es que le sorprendió la rápida aceptación que tuvo la chica para citarse con él, ni siquiera le cuestiono ni mucho menos, lo que de cierta forma agradeció y ahora estaba ahí en la mesa con una simple copa de jugo de naranja y una de agua que no había tocado, contando los minutos para que su cita no cita apareciera.

Aliviado vio como la preciosa chica de cabellos dorados entraba por la puerta del lugar, hablando un poco con la recepcionista que en seguida ya la guiaba a donde él estaba, la tenia de frente a él, con la misma belleza arrebatadora que siempre había poseído intacta, incluso con el mismo color de ojos, pero al mismo tiempo con la misma lejanía de dos viejos conocidos que llevan años sin verse.

-Gracias por venir, de verdad necesito hablar contigo...- hablo tranquilamente acercándose hacia la chica que tan solo asentía con una ligera sonrisa y que aceptaba su caballerosidad al abrirle la silla y ayudarla a sentarse.

- ¿Y bien? ¿Qué sucede?- pregunto soltando un suspiro de cansancio tratando de ocultar su semblante y no mostrarse demasiado ansiosa por saber que tramaba Farckle Minkus, aunque no podía negar que definitivamente eso no era normal. Como tampoco lo era su estilo tan formal y elegante.

-Veraz...yo tome algo que no me pertenece y... no lo devolví a su dueño- concluyo nervioso , disimulando el temblor de su mirada sosteniendo la carta del menú, fingiendo sumo interés en ordenar, consciente de que la rubia lo miraba con el ceño fruncido y una mueca de duda.

-¿Acaso robaste un banco o algo así?- soltó un poco dudosa la rubia, logrando sin querer que el castaño soltara una pequeña sonrisa y negara con la cabeza, después de todo aún quedaba un poco de la original Maya en la actual y eso lo agradecía el ojiazul.

-No, es algo mucho más complicado que el valor monetario del objeto- conto bajando lentamente la carta, atreviéndose a mirar de frente a su ex mejor amiga que jugueteaba con un mechón de su pelo distraídamente, dejando a la vista unas enormes ojeras que definitivamente no se veían muy normales.- ¿Estas bien?- no pudo evitar preguntar, reprochándose mentalmente porque las palabras salieran de su boca sin permiso.

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