Capitulo 8

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El cielo perfectamente despejado y el clima cálido que corría entre cada pequeña ráfaga de aire era la señal perfecta para que Maya comenzara su rutina de cada día, con un top deportivo a juego con su pequeño short negro con vistos blancos, se terminaba de atar las cintas de sus zapatillas deportivas a espaldas de las gradas de la pista de atletismo, preparada para correr unos cuantos kilómetros y liberar todo el estrés que había tenido desde que cierta persona había aparecido en su vida, derribando así todo en lo que ella creía superado, no podía dormir, ni siquiera comer sin terminar con el estómago revuelto, incluso su pasión por la pintura parecía un poco opaca y lejana, pero como no iba a ser así si todo lo que ella más amaba en el mundo la lastimaba como agujas en la piel.

Suspirando, ato su cabello, sacudiendo de su cabeza las terribles ganas que tenía de echarse a llorar, emprendiendo camino a la pista en donde otros chicos y chicas corrían a diferentes ritmos y con diferentes estilos, cada uno metido en su propia carrera, cada uno huyendo de su propio infierno.

-Así que es cierto- afirmo una voz aterciopelada a sus espaldas, sobresaltándola de sobre manera y obligándola a girar su vista, encontrándose con unos preciosos ojos azules que brillaban con la misma intensidad de la luz.

-Anthony- soltó sin siquiera ser consciente de como ese nombre resbalaba por sus labios con cortesía y sorpresa al mismo tiempo.

-Tony, por favor Maya- pidió negando con la cabeza, regalándole una preciosa sonrisa blanca y resplandeciente, tan impresionante como su camiseta sin mangas y su short deportivo, que a pesar de ser sencillos y de un azul marino oscuro, lograban dejar al descubierto cada musculo de ese lindo chico.

-Cierto- afirmo devolviéndole la sonrisa lo mejor que su estado de ánimo se lo permitía- Pero ¿a qué te referías? ¿Qué es cierto?- pregunto curiosa, recordando las palabras del rubio al aparecer.

-Es cierto que vienes todas las mañanas a correr- explico mirando con interés hacia las gradas, recorriendo poco a poco las líneas blancas que conformaban a la pista y que indicaban el carril de cada corredor.

-¡Oh!, si es cierto, lo hago desde hace mucho tiempo, me ayuda a liberar el estrés- respondió encogiéndose de hombros, restándole importancia a la actividad.

-¿Puedo acompañarte?- pregunto tranquilo, enfocando de nuevo su vista en la rubia, esperando paciente por una respuesta.

-¿Me estas pidiendo permiso?- pregunto con una mueca burlona, sintiéndose divertida por la tan caballerosa actitud del británico, no cabía duda de que él no era como cualquier otro chico que hubiera conocido, excepto por uno, pero eso ya no tenía importancia.

-Me gusta saber si te agrada mi compañía o no, además de que si solo comenzara a correr a tu lado, sería un poco acosador – explico divertido, sintiéndose intrigado por la dulce pero retadora actitud que tenía la ojiazul, pues normalmente las chicas tendían a sonrojarse con su caballerosidad no a cuestionarla.

-Jajajaja el que me pidas permiso te vuelve aún más acosador, de hecho estoy pensando seriamente en huir de ti- bromeo, fingiendo una cara de susto muy mal actuada, soltando una ligera risotada al final, consiguiendo que el hiciera lo mismo. Sintiéndose contenta por primera vez en esos días.

-Al menos soy un acosador con amabilidad- le guiño un ojo, consiguiendo un mueca burlona como respuesta- ¡Oh vamos!, dame crédito, no estoy acostumbrado a simplemente hacer las cosas porque si, de hecho ni siquiera estoy acostumbrado a comportarme como lo hago, con alguien como tú- le conto sin disminuir ni un poco su sonrisa sincera, negándose a despegar la vista de tan deslumbrante chica. Le gustaba su cabello tan deslumbrante y largo como hilos de oro, le gustaban sus ojos azules como la electricidad, vibrantes y vivos, pero sobre todo le gustaba su sonrisa , pues estaba compuesta por una combinación exacta de burla y dulzura.

LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora