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Liam sintió como alguien se sentó en su cama e inmediatamente abrió sus ojos encontrándose con su madre.

—Buenos días.— Saludó ella con una sonrisa.
—Buenos días, mamá.— El castaño se sentó en su cama. —¿No has ido a trabajar?— Preguntó y esta negó.
—He pedido este día libre para estar contigo, cariño.
—Mamá, sabes que debo ir a ver a Zayn...
—Liam, estoy preocupada por ti.
—No deberías.
—Sé que estás mal, hijo. ¿Te has visto en un espejo?
—Estoy bien.
—¿Qué tal si salimos a desayunar?
—Iré a ver a Zayn, desayunaré allá.— Liam se levantó de la cama.
—Hijo, por favor, no tomes esa actitud.
—¿Cuál actitud, mamá? Sabes perfectamente que debo estar con Zayn.
—Estoy segura de que a Zayn no le gusta verte así, luces muy decaído, ¿cómo pretendes cuidarlo sino te cuidas a ti mismo?
—Lo amo, mamá. Entiéndeme, me desgarro por dentro, me desespera no estar con Zayn, quiero verlo, saber que está bien.
—¡Ya basta, Liam! Me cansé de ser tan permisiva contigo, no puedo simplemente quedarme a ver cómo destruyes tu vida. Zayn está mal, para nadie es un secreto, ¡pero echarte a morir no va a solucionar absolutamente nada!

Aquellas palabras se clavaron en el interior del castaño como si de un cuchillo se tratara. Dolor. Era lo único que podía sentir y se sentía ciego, entumecido, sin ganas ni fuerzas para seguir. Sintió las lágrimas caer por sus mejillas como gotas de lluvias, era todo, ya no podía más.

Su madre intentó acercarse, pero él la apartó, debía contenerse, no podía gritarle, no de nuevo. Suspiró y tomó la maleta que solía llevar a clases, la abrió y metió cosas en su interior sin saber muy bien qué eran. Cogió algo de dinero y su chaqueta.

—¿A dónde vas, hijo? Espera, no reacciones así, pod...
—No me esperes hoy, estaré bien.

Liam salió rápidamente de la habitación prácticamente corriendo hacia la salida, una vez estuvo a fuera paró el primer bus que vió y dejó que este lo llevara a cualquier lugar.

No podía describir lo que sentía, ¿por qué todo tenía que estar jodido todo el tiempo?

Deseaba poder olvidar, poder sacar los malditos pensamientos que consumían su mente; deseaba no tener miedo de perder a Zayn.

Sus ojos se volvieron pesados y cayó en un profundo sueño, sintiendo como poco a poco las lágrimas en sus mejillas se secaban.

—¡Oye!— Sintió como alguien lo movía rápidamente. —¡Despierta niño!

Liam abrió fugazmente sus ojos encontrándose con un señor mirándolo fijamente, una vez recobró la conciencia, se dio cuenta que se había quedado dormido en el bus y que era la única persona que quedaba en él.

—Lo siento.— Alcanzó a musitar antes de levantarse rápidamente y salir corriendo, dejando a aquel señor con la palabra en la boca.

No sabe por cuanto tiempo corrió, pero dejó de hacerlo cuando se vió a sí mismo en un lugar que no conocía, ya había oscurecido y tenía consigo una sensación de incertidumbre. Hizo todo lo posible por calmarse, y comenzó a caminar lentamente por el lugar hasta unas viejas bancas abandonadas. Aún con el temor de que le robaran, sacó su celular y vió que tenía 23 llamadas perdidas de su madre y 10 de Abraham.

Sin darle la importancia que merecía, apagó su móvil y lo guardó en lo profundo de su bolsillo, prometiéndose a sí mismo que se permitiría escapar del mundo por un rato. Se acomodó mejor en la banca y sacó un cigarrillo haciendo todo lo posible por relajarse, pero en su interior sabía que no lo lograría. Observó el cielo sin estrellas, y volvió a llorar, la sensibilidad lo invadía y no lo dejaba respirar. Él sabía que Zayn corría peligro, bastó sólo con ver cuán frágil lucía sin el brillo característico en sus ojos y Liam no puede evitar sentirse morir por ello.

Estaba cansado, cansado de esperar que la vida a si sea una vez juegue a su favor y no en su contra. Curioso es que Zayn llegó para traerle esperanza a su vida, y justo ahora la está perdiendo.

Permaneció mirando a un punto fijo sin expresión alguna, sin embargo las lágrimas seguían cayendo hasta que escuchó como alguien le hablaba.

—Creo que inundarás este lugar, amigo.— Habló alguien y el castaño se sobresaltó de inmediato, levantándose de aquel lugar. Era un joven de ojos negros y cabellos muy desordenados. Liam sacó el cigarrillo de sus labios y suspiró. —¿Estás bien?
—¿Quién eres?— Preguntó sin ánimo y no se molestó en limpiar sus lágrimas.
—Me llamo Tomás, ¿y tú?
—Liam.
—¿Qué te ha sucedido? Luces terriblemente mal...
—No quiero ser grosero, pero no creo que te importe.— Murmuró devolviendo el cigarrillo a sus labios y comenzó a alejarse, pero el chico llamado Tomás lo siguió.
—¿No irás a suicidarte, verdad?— Tomás rió intentó bromear y Liam lo miró con odio.
—Cierra la puta boca, niño. Déjame en paz.
—Oye, cálmate, sólo intento ayudar, se nota que necesitas desahogarte, ¿y qué mejor que hacerlo con un desconocido?
—No tengo nada que decir, ni me apetece hacerlo de todas formas.
—¿Crees en las casualidades?
—Creo en que si no me dejas en paz voy a tener que golpearte.
—Viejo, relájate, no te desquites conmigo.

El ojimarrón lo observó mejor y notó que el chico quizás era sólo un poco menor que él. Y cayó en cuenta de lo hijo de puta que estaba siendo con él. Tiró el cigarrillo al suelo y lo apagó pisándolo volviendo a mirar al chico.

—Lo siento.
—Está bien.— Sonrió amablemente.
—¿Qué haces sólo a estas horas?
—Sólo caminaba por allí, vivo cerca de acá, iba a devolverme a mi casa y luego te ví.
—Creo que deberías seguir con tu camino entonces.
—¿Quieres acompañarme?
—¿Siempre te la pasas invitando a extraños a tu casa?

Tomás rió.

—No, pero algo en ti me ha agradado.

Liam levantó ligeramente sus cejas, y no pensó muy bien las cosas, sólo sabía que no quería regresar a su casa y enfrentar su triste realidad.

—Está bien, te acompaño entonces.— Accedió Liam y Tomás sonrió satisfecho.

Ambos comenzaron a caminar y tiempo después pararon en una casa muy bonita a los ojos del castaño. El chico con cabellos desordenados abrió con cuidado la puerta y se hizo a un lado para que Liam pasara.

—No hagas ruido, mi abuela está durmiendo.

El castano asintió y entró a la casa, estaba todo prácticamente oscuro, pero Liam notó que aquel lugar era muy amplio.

—Ven.— Tomás susurró y tomó a Liam por la manga de su chaqueta y lo condujo hacia las escaleras.

Liam se preguntó a sí mismo qué carajos estaba haciendo en la casa de alguien que acaba de conocer. El pelinegro abrió la puerta de su habitación haciendole señas al castaño para que entrara. Una vez ambos estuvieron dentro, Tomás encendió la luz.

—Listo, ahora sí podemos hablar normal, la habitación de mi abuela está lejos de aquí.

El ojimarrón observó con cuidado la habitación, tenía posters de bandas por todos lados y estaba algo desordenada, notó también una guitarra en un rincón y varios CD's amontonados.

—Supongo que estudias música.— Habló finalmente Liam.

Tomás se sentó en su cama.

—Así es.— Respondió.
—Genial.
—¿Y tú?
—Solía estudiar arte.— Respondió con algo de nostalgia.
—Eso es interesante. ¿Traes algún dibujo contigo?
—Eh, no lo sé.
—Ven, sientate, no muerdo.— Bromeó y Liam le hizo caso.
—Quiero ver alguno, revisa a ver si traes uno contigo.

Liam pasó una mano por su cabello y revisó si traía alguno en su maleta, tenía varios papeles y entre ellos logró devisar un dibujo que había hecho de Zayn hace unos meses. Intentó sonreír y se lo pasó a Tomás para que lo viera, una vez este lo observó abrió sus ojos con asombro.

—¡Wow! ¡Es genial! Y eso que sólo está hecho a lapicero, imagino que los cuadros que haces son fenomenales.
—Gracias por el cumplido.— Sonrió, Tomás hablaba demasiado, pero no le desagradaba del todo.

—¿Y quién es él?— Preguntó mirando con curiosidad al chico que había dibujado.
—La persona que más amo.— Respondió el castaño.

Y por primera vez Tomás se había quedado sin palabras.


N/A: ¿Cuál papel creen que tomará Tomás en esta historia?

broken pieces // ziamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora