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Quinn alisó el único par de pantalones de vestir que se había traído y cerró de un golpe la portezuela del coche. Rachel le había dicho que estaba muy guapa, a pesar de llevar puesta la misma blusa que lució en el funeral. No había llevado equipaje para una estancia de una semana, y a esas alturas ya no tenía más modelos.

La secretaria del señor Lawrence la saludó con una discreta inclinación de cabeza:

—Señora Fabray...

Quinn sonrió educadamente. —¿Llego demasiado pronto?

—No, llevan un rato esperándola —dijo la mujer con gesto de desaprobación.

—Muy bien.

Quinn se dirigió decididamente hacia la puerta y llamó una sola vez antes de entrar.

Cinco hombres, todos trajeados, se pusieron en pie de inmediato.

—Pasa, Quinn —dijo John señalando el único sillón vacío—. A tu tío ya lo conoces, claro. Este es Matthew Drake, su abogado.

Quinn le dio la mano educadamente, mirando de reojo a su tío. —¿Qué tal estás, tío Walter?

—Muy bien, Quinn. Tienes buen aspecto.

—Gracias.

—Y estos son Tim y Jim Gentry.

Quinn alzó una ceja. Los gemelos Gentry. ¿Tim y Jim? ¿En qué demonios estaba pensando su madre?

—Señora Fabray, encantado de conocerla —le dijo Tim, ¿o era Jim?

—Actúan en representación de tu madre —aclaró Lawrence—. Siéntate, por favor, y comenzaremos.

Quinn se sentó y preguntó a uno de los gemelos: —Por cierto, ¿cómo está mi madre?

—Bueno... sigue en el hospital, como usted sabe.

—Sí. ¿Vamos a mantener una videoconferencia con ella, o algo así?

—¿Cómo dice?

—Es que no me imagino a mi madre perdiéndose esto —dijo, fijándose en que Walter se tapaba la boca para disimular una sonrisa.

Sí, incluso de niña había podido notar la tensión que había entre el tío Walter y su madre.

Ambos se detestaban cordialmente.

—Nosotros actuaremos en su nombre, y, por supuesto...

—La informarán de todo cuanto antes.

—Sí.

Quinn miró a John y alzó ambas cejas. El asintió en respuesta. —¿Comenzamos?

Quinn dejó enseguida de prestar atención a lo que decía el señor Lawrence, para concentrarse en las reacciones de los demás. Comprobó con agrado que su tío Walter no se inmutaba al saber que Quinn había heredado la parte que su padre tenía de Maderas Lima. En ese momento se le ocurrió pensar que tal vez su padre ya le había adelantado sus intenciones. La única señal de sorpresa que captó fue un alzamiento de cejas al oír mencionar el banco. La parte que su padre tenía en él también era para Quinn. Tim y Jim escribían frenéticamente, sin duda cumpliendo órdenes de su madre. El testamento era bastante claro: a su madre le dejaba la mayoría del dinero en efectivo, excepto una reserva que había colocado a nombre de Quinn años atrás y una casa en South Island.

Quinn disimuló bien su sorpresa, o eso creyó. ¡¿South Island?! ¡Dios santo! ¿Qué iba a hacer ella con una casa en aquella isla?

—Y por último lega un millón de dólares a la ciudad de Lima, Ohio, que han de ser utilizados únicamente para realizar mejoras en el actual parque de la ciudad y en la construcción de una nueva biblioteca pública —concluyó Lawrence, alzando la vista al tiempo que cerraba la carpeta—. ¿Alguna pregunta?

Shadows of the pastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora