Gracias por pasarse y leer
♡Quinn estaba sentada ante su escritorio, tamborileando con los dedos sobre el teclado sin darse cuenta al tiempo que leía los últimos párrafos que había escrito. Movió la cabeza de un lado a otro, decepcionada: seguía sin conseguir fluidez. Por un momento se preguntó, aterrorizada, si algún día volvería a tenerla.
Cuando sonó su móvil lo miró un instante y después volvió a atender al monitor.
Sería Ingrid. Llevaba todo el mes llamándola sin parar. En los últimos mensajes que le había dejado en el móvil amenazaba con presentarse ante su puerta si Quinn no «regresaba al mundo de los vivos», como ella decía. Pero no estaba de humor. No estaba de humor para hablar, no estaba de humor para soportar la compañía de nadie, no estaba de humor para... vivir.
Así que dejó que saltase el buzón de voz, como siempre. Tal vez por eso no la sobresaltaron los golpes en la puerta. Dejó escapar un hondo suspiro, maldiciendo a Ingrid para sus adentros por haberse molestado en viajar hasta allí.
Abrió la puerta, pero el rapapolvo que pensaba dirigirle a Ingrid murió en sus labios al encontrarse cara a cara con Rachel. De repente, se dio cuenta de que había dejado de respirar.
—¿Qué... qué estás haciendo aquí?
Los profundos ojos de Rachel se clavaron el los suyos, haciendo que el corazón le saltase dolorosamente en el pecho.
—Te quiero, y no pienso vivir ni un día más sin ti.
Quinn buscó apoyo en la puerta para no tambalearse, sin dejar de mirar a Rachel.
—Pero ¿y tú... y tu familia?
Rachel sonrió dulcemente. —Mamá me dijo que, si no venía a buscarte, ella misma lo haría.
Quinn cerró los ojos. —¿Se lo dijiste?
—Sí.
Volvió a abrirlos, y Rachel seguía allí.
—¿Y dices que me quieres? —musitó.
—Con toda el alma.
Quinn dio un paso atrás. —Creo que voy a llorar —murmuró, presa de mil emociones distintas mientras intentaba hacerse a la idea de que Rachel estaba allí de verdad, de que Rachel la quería.
«¡Oh, Dios mío!»
Se frotó lentamente el pecho, notando cómo iba cediendo el constante y tremendo dolor que había sentido durante aquellos últimos meses.
Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, Rachel formuló la única pregunta que había estado torturándola: —Quinn, ¿tú estás...? O sea, ¿tú me...?
—¡Dios mío, Rachel, te he querido desde siempre!
Rachel se permitió por fin a sí misma expresar el alivio que sentía, y su mirada se volvió más dulce.— Me alegro. Ah, Quinn, hay una cosa que quiero dejar clara: ¡nunca más vuelvas a dejarme!
Quinn dio rienda suelta a sus lágrimas, dejándolas fluir libremente, sin importarle que Rachel pudiese contemplar su vulnerabilidad. La única debilidad que ella tenía era la propia Rachel.
—Nunca te dejaré, lo prometo —musitó Quinn.
Fue Rachel quien cerró la puerta, quien halló el valor necesario para hundirse entre los brazos de Quinn.
—Te quiero muchísimo —musitó, rozando con sus labios los de Quinn—. No llores. Siento haber tardado tanto en llegar hasta aquí.
Quinn no podía hablar. Se limitó a atraer a Rachel hacia sí, a abrazarla estrechamente, a dejar que sus cuerpos volviesen a reconocerse. Ya tendrían tiempo de sobra para hablar.
Ahora, en ese momento, lo único que deseaba era absorber por completo a Rachel.
Respiró hondo, consciente de la sonrisa de satisfacción que se pintó en su rostro cuando los labios de Rachel comenzaron a recorrerla.
¡Oh, sí! ¡Ahora sí que estaba de humor para vivir!
FIN.
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Shadows of the past
RomanceUna romántica historia llena de sensualidad en la que Quinn se encuentra ante un dilema: volver a entrar de nuevo en el armario o recuperar la libertad que le ofrecía su vida en Los Ángeles.