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Quinn aguardó pacientemente en el estudio de John, contemplando con gesto ausente las fotografías colocadas hasta en el menor hueco posible. Al parecer, John estaba muy orgulloso de sus nietos. Dio media vuelta, fue hacia el sofá de cuero y se sentó. Había llamado a primera hora, prometiendo ser breve, ya que John tenía reserva en el campo de golf para las once en punto. Mary la condujo hasta el estudio de su marido, explicando que John acababa de salir de la ducha.

Apoyó la cabeza sobre el frío cuero pensando en Rachel, preguntándose qué cosas le rondarían por la cabeza esa mañana. No habían podido disponer ni de un segundo a solas para hablar. Quinn se había ido a su cuarto, cerrando la puerta tras ella, mientras que Rachel y Lee Ann discutían apasionadamente sobre qué libro leer antes de irse a dormir. Y esa mañana, cuando por fin Quinn se había atrevido a salir de su dormitorio, ambas estaban en el sofá, viendo dibujos animados. Rachel la había mirado a los ojos y le había dicho que el café ya estaba hecho. Quinn se llevó su taza a la mesa y encendió el portátil, pues tenía que responder a varios correos electrónicos e informar a Ingrid.

De vez en cuando observaba a Rachel. Incluso cuando no estaba mirándola, era consciente de que los ojos de Rachel estaban fijos en ella.

No iban a disponer de tiempo para hablar a solas, ni siquiera por la noche. Rose pensaba dejarles a Denny al mediodía, y tendrían que cuidar a ambos niños hasta el día siguiente por la tarde. Y tal vez era mejor así. ¿Qué le diría, si estuviesen a solas? ¿Qué preguntas le haría Rachel? No, así era mejor. Quinn no estaba preparada para mantener una charla tan íntima y franca con Rachel.

Cuando la puerta se abrió, alzó la vista y sonrió al ver a John Lawrence con su atuendo de golf, bombachos incluidos.

—Muy mono.

El bajó la vista y se observó a sí mismo. —¿Es demasiado?

—No, muy elegante.

—Gracias. Mary dice que estoy muy sexy —dijo, yendo hacia su escritorio y ofreciéndole con un gesto uno de los asientos destinados a las visitas—. Siento haberte hecho esperar.

—No pasa nada. Sólo quería repasar un par de cosas, John —explicó Quinn mientras se sentaba, cruzando desenfadadamente las piernas—. Lo primero es que seguramente me iré la semana próxima.

—¿Tan pronto?

Quinn asintió. —Tengo fechas de entrega... y otras obligaciones allá. Creí que sólo iba a estar fuera unos días, y ya casi son dos semanas. Greg dice que recibiste una llamada del abogado de Judith —añadió mirándolo fijamente.

John asintió. —Sí.

—¿No pensabas decírmelo?

—No es nada —contestó él, haciendo un gesto con la mano—. La verdad es que no quería molestarte con eso.

—No es ninguna molestia. Prefiero estar advertida de esas cosas, John; así no me asaltarán por la espalda más tarde.

—Por supuesto —dijo él, asintiendo de nuevo—. Tu padre era igual en eso, pero yo intentaba no abrumarte demasiado. Además, no hay de qué preocuparse. Tu madre ha presentado una demanda ante el juzgado del distrito para bloquear tus derechos sobre Industrias Fabray.

—¿Y no hay de qué preocuparse? John, tanto tú como yo sabemos que yo no firmé ni a sabiendas ni voluntariamente esa declaración jurada.

—Sí, pero eso sólo lo sabemos nosotros dos. Y el juez Crawford dictaminará a nuestro favor.

Quinn se inclinó hacia delante. —¿Cómo puedes estar seguro?

John sonrió.

—Hank Crawford y tu padre tenían una relación muy antigua, Quinn.

Shadows of the pastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora