Rachel despertó primero, con la poco familiar sensación del peso de otro brazo que le rodeaba la cintura. ¡Poco familiar y, sin embargo, tan, tan familiar! Hubiese sabido que era Quinn la que la estaba abrazando incluso en el caso de que los sucesos de la noche pasada no siguiesen frescos en su mente, porque sería capaz de reconocer el tacto y el olor de Quinn en cualquier parte.
Cerró lentamente los ojos, intentando ahuyentar el ataque de pánico que tenía la certeza de estar a punto de sufrir. La noche anterior no había tenido tiempo de pensar. Lo único que deseaba era que Quinn la acariciase, y acariciar ella la suave piel de su amiga. Nada más tenía importancia. Sin embargo ahora, ahora que la luz del sol comenzaba a colarse por entre las persianas, la realidad la
«¡Ay, Dios!»
Tenía que huir de allí. No podía mirar a Quinn a la cara en esos momentos. ¿Qué iba a decirle? ¿Que había sido un error? No; lo había vivido como algo demasiado perfecto para que fuese un error. Perfecto y acertado. Sin embargo, ¿ahora, qué?
«¡Oh, Dios mío, soy lesbiana!»
«¿Lo soy?»
Movió la cabeza de un lado a otro. No estaba preparada para enfrentarse a ello en esos momentos. No estaba preparada para hablarlo. De modo que hizo lo único sensato que se le ocurrió.
Huyó.
♡♡♡
Quinn rodó sobre sí misma, notando el cuerpo placenteramente molido. Supo que estaba sola incluso antes de abrir los ojos. Aunque al principio se sintió decepcionada, pronto se dio cuenta de lo tarde que sería: Rachel debía de estar ya en su trabajo. De modo que apartó las mantas de golpe y se desperezó, dejando escapar un gemido de satisfacción cuando los recuerdos de la noche pasada inundaron su mente.
«¡Hemos hecho el amor!»
¡Quién le iba a decir que llegaría el día en que eso sucediera! Ni en sueños, pensó, sonriente. Y sin embargo, la noche anterior la inexperta Rachel se había adueñado de lugares de su cuerpo que ninguna mujer había poseído antes de ella. Rachel sabía exactamente cómo tocarla. Era como si... como si Rachel lo hubiese soñado mil veces.
Se dio una ducha y se puso los vaqueros del día anterior, recordándose a sí misma que debía volver a hacer la colada. No había café preparado... ni tampoco nota alguna. De hecho, casi no había pruebas de que Rachel hubiese estado allí.
Mientras iba contando las medidas de café que sacaba de la lata, miró a su alrededor, pensativa, preguntándose qué estaría pensando Rachel, qué sentiría en aquellos momentos. Era una pena que no la hubiese despertado para poder hablar, porque sin duda lo necesitaría.
Mientras se hacía el café, estuvo rebuscando en los cajones del escritorio de Rachel, intentando encontrar la agenda de teléfonos. Dio con el número de la «Tienda Hallmark de Rachel» y lo marcó. Una involuntaria sonrisa le iluminó el rostro al oír la voz de su amiga.
—¡Buenos días! —susurró.
Silencio.
—Hola —se oyó por fin.
Quinn enarcó las cejas. —Si te hubieses quedado un ratito, podríamos haber hablado sobre lo sucedido, Rachel — musitó—. ¿Estás bien?
Oyó un largo suspiro y un suave carraspeo. —No estoy segura, Quinn.
Quinn cerró los ojos. —¿Debo pedirte perdón?
—¿Perdón? Me parece que lo que sucedió ayer noche fue cosa mía —susurró Rachel, y a continuación volvió a carraspear—. Ahora no es buen momento para hablar.
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Shadows of the past
RomanceUna romántica historia llena de sensualidad en la que Quinn se encuentra ante un dilema: volver a entrar de nuevo en el armario o recuperar la libertad que le ofrecía su vida en Los Ángeles.