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—No, no tengo cita, pero estoy segura de que me recibirá —contestó educadamente Quinn a la secretaria del señor Lawrence.

Aguardó pacientemente mientras la mujer entraba en su oficina, cerrándole la puerta en las narices con toda la intención. No tardó más que un momento en reaparecer.

—Parece que puede hacerle un huequito.

Quinn reprimió las ganas de soltar una carcajada, limitándose a asentir con un gesto.

Al parecer, la mujer se tomaba muy en serio su trabajo.

—Bienvenida, Quinn. Entra y siéntate.

—Gracias por recibirme, John.

—No faltaba más. ¿Estás disfrutando de tu estancia con Rachel Berry?

—Lo estoy pasando muy bien. El domingo cené con su hermana Rose y su familia. Hemos podido vernos y ponernos al día de las novedades.

—Bien, bien —dijo él, volviendo a sentarse tras el escritorio al tiempo que cerraba una carpeta que había estado hojeando—. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—Es sobre Industrias Fabray. ¿De qué demonios se trata? Creí que era sólo el nuevo nombre del aserradero.

Lawrence carraspeó y se removió incómodo en su sillón. —Tu padre fundó Industrias Fabray hace unos quince años. Por entonces sí era simplemente un nombre. Quería algo que fuese independiente de su hermano. Sin embargo, él era el dueño de la mayor parte del aserradero, y aprovechó ese hecho para abrir las distintas fábricas que hay ahora allí, todas propiedad de Industrias Fabray, no de Maderas Lima.

—¿Cómo pudo hacerlo? Obviamente, utilizó el aserradero en su propio beneficio. ¿Cómo compensó al tío Walter por todo ello?

—No compensó a Walter, sino a Maderas Lima, lo cual le compensaba también a él.

—¿Y Walter no protestó?

Lawrence se encogió de hombros. —¿Qué podía hacer? Además, el dinero que las nuevas plantas comenzaron a proporcionar a Maderas Lima no era ninguna minucia. A tu tío le va bastante bien para no tener que hacer otra cosa que seguir dirigiendo el aserradero.

—De modo que la verdadera riqueza de mi padre no se basa para nada en el aserradero.

—No. Industrias Fabray es ya lo bastante grande para justificar la necesidad de un presidente, un consejo de administración y todo lo demás. Pero tu padre no quería que saliese a cotizar en bolsa, o al menos todavía no. Podría haber doblado su fortuna si lo hiciese, pero, ¿para qué? Se conformaba con tener el control de todo. Contrató encargados de planta para cada fábrica, gente en la que confiaba, pero todas las decisiones seguían siendo suyas. Seguía controlándolo todo.

—Bueno, eso habrá sido magnífico entonces, pero ahora él ya no está aquí. ¿Quién tomará las decisiones? ¿Los encargados de planta?

—No hay presidente que nombre a alguien, desde luego. El nuevo... la nueva propietaria tendrá seguramente que tomar alguna decisión sobre el tema.

-¿Yo?

Lawrence asintió. —Ahora comprenderás por qué insistí tanto en que vinieras a Lima.

—De modo que, cuando dijiste que tal vez el tío Walter impugnaría el testamento, sabías que en realidad no tiene nada que reclamar sobre Industrias Fabray —dijo Quinn.

—No. Pero tu padre también te ha dejado su parte de Maderas Lima. Eso sí que lo impugnará, estoy seguro.

—¿Y mi madre?

Shadows of the pastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora