La llamada: El niño tormenta.

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Hill

Tras la puerta de hierro nos encontramos con una habitación casi igual a aquella en la que había encontrado a Arisa, aunque esta no se encontraba vacía.

Mientras pasaba por las celdas vi a las persona que habían secuestrado, hombres y mujeres jóvenes, retroceder asustadas al verme. Sentía un dolor agudo cada vez que la piedra mágica que llevaba iluminaba a uno de ellos, pues todos, sin excepción, tenían huellas de violencia marcadas en su cuerpo, desde golpes hasta cortadas.

No solo era indignante ver como los habían tratado, también era desconcertante. Clarisse me contó que cuando fue esclava, aunque tenía muchas restricciones en su forma de vida, jama fue tratada de una forma violenta, es más, los esclavos eran alimentados y cuidados para que siempre estuviesen sanos. Después de todo, la mercancía dañada bajaba de precio.

—Dess los tiene aquí como mercancía de usar y tirar, no le importa como estén cuando salgan de este lugar —me dijo Arisa, leyendo la expresión en mi rostro y tocandose una de las cortaduras que tenía en el brazo.

Aunque tenia pensado liberar a todos, lo primero era sacar a Mia, la niña diosa, de este lugar. Arisa me guió hasta la última celda, en donde se encontraba la pequeña de mis sueños llorando con la cabeza entre las rodillas.

No tenia mas de cinco años, su cabello estaba sucio y desgreñado, pero por fortuna no parecía tener ninguna herida.

Con cuidado de no hacer mucho ruido, quite dos de las barras de metal, ya muy oxidadas, y me acerque a la pequeña. Al sentir como me acercaba ella alzo la cabeza y se levanto para intentar escapar de mi, aunque no podía hacer mucho dentro de ese lugar tan pequeño.

—No te preocupes —le dije en un tono apacible, intentando apaciguarla—. He venido a sacarte de aquí.

—¡No! —grito Mia con todas su fuerzas y se acurrucó en la esquina de una de las paredes, tras un montón de paja.

—Mia, soy yo, ¿no me recuerdas?

La pequeña se sorprendió cuando dije su nombre, encogiéndose aun mas en su pequeño escondite, sin entender como la conocía, ya que ella nunca me había visto.

En un intento de que fuera reconocido, al menos por su parte de diosa, comencé a crear pequeñas chispas en mis manos, las cuales comenzaron a danzar a nuestro alrededor. Era un bonito espectáculo, mas para un niño, lo que hizo que la pequeña saliera desde detrás de la paja.

Mia miró las chispas con curiosidad y admiración, hasta el punto de intentar tocar una. La chispa le dio una descarga, por supuesto, pero en vez de aumentar su desconfianza pareció como si eso la hiciera reconocerme.

—Eres el niño de mis sueños. Eres la tormenta, pero estas más grande —murmuro. Ella se acerco hasta mi y tocó mi rostro, sonriendo con dulzura, pero después su mirada cambio a una mas triste—. Niño tormenta, ¿tú sabes que les pasa a mis papás? Se quedaron allá, les he hablado desde que esos hombres les pegaron, pero no me responden. Creo que se durmieron.

Mia señalo a la celda enfrente de ella. Debido a la oscuridad no se podía distinguir bien desde donde estábamos, así que no era posible que la niña hubiera visto el horror que ahí había.

Yo si lo había visto al pasar a su lado, pero no encontraba la forma de decirle que sus padres ya no estaban.

Esa sensación en mi pecho se incremento al ver el rostro inocente de la pequeña, intentando ver a sus padres desde la celda. Pero, por su bien, era mejor contarle una mentira.

Theria Volumen 3: Regreso a Ulien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora