kapitel vier. (4)

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004.

Cuatro horas y un montón de tragos después, mi cabeza ya estaba algo perdida. Volker y Milen convivían como si fueran los mejores amigos de toda la vida mientras que yo los observaba con mucha curiosidad. Se reían de los chistes que cada uno contaba, a pesar de que, gracias al alcohol, apenas podían formular una palabra. Entonces pensé que tal vez por eso se reían: simplemente porque estaban ebrios.

Hanne se mantenía a un lado de Lenz en el círculo de amigos —desconocidos— que se había formado al centro del living. Todos estábamos sentados en el suelo, la mayoría descalzos y con las camisas abiertas. La falda de mi cuñada estaba arrugada y mi vestido llegaba hasta la mitad del muslo. Le resté importancia porque no estaba en mis cinco sentidos y no podía encontrarle el lado malo a mostrar los resultados del gimnasio.

—¿Cómo conociste a Vreni? —Le preguntó Volker a Milen después de hipar por tercera vez consecutiva.

—En el trabajo —respondió arrastrando las palabras. Estiró su brazo para apresar mi cuello—. Soy su publicista.

—¡Verena! —Exclamó mi hermano—. Eso es inmoral. ¿No podrían ambos perder su trabajo?

—Sí, seguramente —añadió Milen. Preferí no meterme mucho en esa conversación—. Pero vale la pena, ¿no es así, Vreni? De todos modos no diremos nada.

—Todos olvidarán esta conversación al amanecer —aclaré en voz baja. La única en escucharme fue Hanne, quien me guiñó el ojo. Tal vez ella se aseguraría en hacerle creer a Lenz que había alucinado.

Milen me regaló una miradita coqueta y paseó sus dedos a lo largo de mi pierna derecha. Se rio cuando llegó al borde de mi vestido y se detuvo. Me besó la parte de atrás de la oreja y volvió a su conversación con un chico que yo desconocía.

Cuando subí la mirada, vi que Volker me observaba antes de llevarse la botella de cerveza a la boca. Arrastrándome, llegué hasta donde estaba él.

—¿Sabes? No creo que sea una buena idea mezclar cerveza y tequila. No recordarás nada por la mañana.

—No estoy tan borracho, te lo puedo jurar —me sonrió—. Tengo que controlarme porque es mi casa y está repleta de personas.

—Entiendo. —Sin preguntarle, tomé su botella y le di un trago haciendo muecas.

—¿Eres alemana y no te gusta la cerveza?

—Jamás pude encontrarle lo maravilloso. Parece... orina.

Volker soltó una carcajada. Llamamos la atención de todos, más la de Milen. Nos observaron durante una milésima de segundo y volvieron a sus conversaciones.

Podía sentir todavía la mirada pesada de mi acompañante.

—¿Qué estabas tomando?

—Brandy en las rocas, brandy con soda... Y como diez shots de vodka.

—¡Qué asco!

—Lo sé, mi garganta está totalmente en llamas —me reí.

—¿Cómo está tu cabecita? —Tocó con suavidad mi frente y mantuvo su mano colocada en ella.

—Inestable, pero eso no es ninguna novedad.

Volker sonrió. Sus ojos azules me hicieron sentir incómoda e indefensa. Mordí el interior de mis mejillas y él suspiró.

Hanne fue la que me sacó del trance en el que yo solita me había metido. Tocó dulcemente mi hombro con su dedo y Volker nos dio privacidad.

—¿Qué pasa?

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora