kapitel neunzehn. (19)

3.9K 284 25
                                    

019.

Habíamos acordado que hablaríamos de cosas legales solamente con nuestros abogados presentes, pero en menos de veinticuatro horas Milen Goranov ya se había presentado en mi casa nuevamente para sorprenderme.

Un sobre manila amarillo pendía de su mano derecha con firmeza. Eso fue lo primero que vi cuando abrí la puerta después de que el timbre sonara estrepitosamente e interrumpiera la pequeña siesta que estaba empezando a tomar en el sofá.

—¿Qué haces...?

—Arreglé esto cuando me fui ayer... —Estiró el sobre hacia mí y lo tomé por pura inercia. Porque su expresión facial me estaba rogando que, por favor, no rechazara lo que él me estaba ofreciendo. Observé con recelo el sobre y él se mordió el interior de la mejilla—. No tienes que abrirlo aquí, léelo con más calma cuando tengas tiempo.

—¿Qué es esto? —La voz me salió temblorosa y ronca.

—Es mi seguro de gastos médicos. Logré que no sólo fuera para ellos, sino también para ti. Cubrirá las próximas consultas con la doctora Levine, el parto y el postparto. No tienes que preocuparte de nada, lo tengo todo cubierto. —Mostró una sonrisa de guasón que por poco me perturba. Milen parecía estar en su modo automático, muy extraño a mi parecer.

—No tenías por qué hacerlo.

—Claro que sí —se encogió de hombros y se relamió los labios, gesto suficiente para que mi corazón bailara de aquí para allá en mi pecho—. También vine a despedirme. Quise que los ánimos se enfriaran después de nuestra conversación...

—Despedirte —solté con una exhalación que casi me hace perder el aliento.

—Voy a regresar a Sofía con mis padres.

Sentí un golpe bajo, uno terrible y que casi me hace llorar.

Estaba bien que se fuera de mi vida, que se alejara lo suficiente como para evitarme la pena de buscarlo, pero el simple hecho de pensar en que se iría hasta el otro lado del mundo me ponía más de nervios. Todavía no terminaba de ubicar correctamente a Bulgaria en el mapa, y tener que perder a Milen en Sofía me hizo sentir aterrorizada.

Yo le había pedido que se fuera, que no lo necesitaba, que se fuera al carajo, ¿y ahora estaba pensando en esas cosas?

—Bueno, ¿y cuándo te vas?

—En un par de días.

—Está bien.

Cuando nos dimos cuenta de que ya no teníamos absolutamente nada más que compartir, caminé unos pasos hacia atrás para tomar el picaporte de la puerta.

—E-espero que... que te vaya bien, Milen. En serio. Cuídate.

—No dudes en llamarme si necesitas algo. Por favor.

—Sí, gracias.

Claro que no le iba a llamar. Mi orgullo parecía ser cien veces más fuerte que yo y mi necesidad estúpida de tenerlo cerca.

Los dos hicimos un esfuerzo terrible por no acercarnos, por no abrazarnos y no darnos un beso de despedida que nos durara lo suficiente para el tiempo que estaríamos separados.

Y esa fue la última vez que vi a  Milen en meses.

(...)

Las aguas entre todos mis conocidos y yo se habían calmado, incluyendo a Volker.

No supe en qué momento ni cómo sucedió, pero de un día para el otro, Volker se apareció en mi casa para ir a almorzar.

No tenía las palabras para pedirle que me disculpara. Jamás habría querido meterlo en mis problemas y mi vida desastrosa, pero él había accedido a muchas cosas. No me había juzgado y se mantuvo conmigo hasta el momento en el que nos enteramos de quién era el verdadero padre de los bebés.

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora