kapitel fünfzehn. (15)

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015.

Sabía que mi visita en Düsseldorf no iba a durar mucho, sobre todo después de lo que había pasado con Lenz y con Milen.

A la mañana siguiente, me levanté para preparar el desayuno e intentar relajar un poco la situación, pero lo único que me encontré al bajar, fue a Volker sentado en la sala de estar. Tenía algo jugueteando entre sus dedos y lo miraba con mucha atención.

—Buenos días —le sonreí. Él intentó hacer lo mismo pero pareció más una mueca forzada.

—Hola.

—¿A qué hora volviste?

—Apenas regresé, dormí en casa de mis padres.

Más silencio. Siguió jugueteando hasta que los diamantes del objeto que sostenía destellaron al encontrarse con el rayo de sol que entraba por el ventanal.

—Milen se fue, pero me pidió que te dijera que estará en San Francisco para la prueba. —Por su tono de voz, me di cuenta de que intentaba hablar sin intenciones de alterarme.

—Gracias por decirme.

Una parte de mí esperaba que Milen se fuera. Si ya se había ido antes, nada le impedía hacerlo de nuevo. Tal vez estaba confundiendo sus sentimientos, tal vez ni siquiera él sabía de qué se trataba lo nuestro.

Era un momento difícil para ambos, pero mucho más para una persona que, aparentemente, le tenía miedo al compromiso.

—Entonces dejó el anillo —bufé. Estiré la mano para que lo colocara sobre mi palma—. ¿Te dijo algo más?

—Sí... Dijo que estaría en Sofía con sus padres, ya sabes, pensando.

—Claro. Pensando.

Después de haberme enterado de que Nikol todavía era parte de su vida, no podía dejar de pensar en que se iría con ella como última opción para sentirse mejor consigo mismo.

—¿Cuándo quieres volver a San Francisco? —Me preguntó después de un rato en silencio. Ninguno de los dos supimos cómo empezar una conversación.

—Lo más pronto posible —resoplé—. Mi plan era totalmente diferente a todo esto...

Escuché pasos ligeros bajando la escalera y no era otra persona más que mi madre. Me había escuchado y no parecía enojada, sino al contrario; su gesto se notaba dulce, comprensivo.

—Entiendo que quieras volver a casa, cariño —suspiró y se sentó a lado de mí. Un pedazo de su bata rozó mi rodilla desnuda—. No deberías estar pasando por tantos altibajos, no es bueno para ti ni para tu embarazo.

—Se supone que debían conocerse y convivir porque pronto seremos toda una familia —indiqué sólidamente—. ¿Mi hermano tenía que ser tan imbécil?

—Es tan cabeza dura como tu padre —expresó con ternura y luego acarició un mechón de mi cabello—. Ya se le pasará, no puede no emocionarse por esta noticia. Será tío, no es algo para tomarse a la ligera —me sonrió.

Si antes de salir en camino a Düsseldorf me hubieran dicho que mi madre se comportaría tan tolerante, no lo hubiera creído en lo absoluto. La idea era absurda, pero estaba agradecida en el fondo de mi corazón por su radical cambio.

En otros tiempos, mi misma madre me hubiera llamado prostituta al igual que lo hizo mi hermano y me habría corrido de su casa.

—¿Qué te parece si voy a visitarte a San Francisco? —Me propuso con una sonrisa. Sus ojos brillaron—. El tiempo que necesites estaré ahí para ti.

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora