kapitel sechsundzwanzig. (26)

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 026.

Para la siguiente mañana ya había recuperado mis fuerzas. De pronto me sentía muy optimista.

Manteniéndome tranquila y medicada, quizás podríamos llegar a la semana treinta o treinta y dos. Para eso faltaba un mes, más o menos.

Mi serenidad podía deberse a dos cosas: la visita de la doctora Levine a primera hora de la mañana, o la visita de Milen después del desayuno.

La cosa entre nosotros no cambiaba. Yo seguía detestándolo con cada fibra de mi cuerpo pero no diría nada por el bien de ambos. Él estaba presente y eso era lo que me importaba. Al menos no se había ocultado en Sofía a pesar de todo. Había tenido las agallas de venir a San Francisco, hablar conmigo y quedarse hasta las cosas se estabilizaran.

—Le di de comer a Kiwi y por la mañana lo saqué a caminar. Tu madre lo tiene muy consentido, por lo que vi. Ah, y lo deja dormir encima de una de tus cobijas. Supongo que es para que tenga presente tu olor. —Explicó Milen desde el baño, en donde se lavaba las manos. Salió de ahí oliendo a loción y secándose las manos con una toalla blanca—. ¿Crees que seguirá siendo así con sus nietos?

—Sí, por supuesto —me reí—. Gracias por hacer lo que hiciste. Y, umm, ¿en dónde están tus hermanas?

—Fueron a desayunar —se aclaró la garganta y dirigió la mirada hacia otro lado—. Con Volker.

Me tomó por sorpresa, pero no demasiada. Yo sabía que Volker tenía contacto con Milen, así que ¿por qué no también con sus hermanas?

—Ah.

—Verena... Creo que él y Eva están saliendo.

Bueno, llegué a imaginármelo. Era obvio que llevaban conociéndose más tiempo del que yo pensaba, y estar juntos en una situación como la nuestra parecía ser el pretexto perfecto para empezar a salir.

Al fin y al cabo, sabía que Eva era muy hermosa y precisamente el tipo de chica en el que Volker se fijaría. Los dos tenían tendencia a ser amorosos con los niños, y tal vez estaban enfocados en cosas similares. Algo que él y yo no teníamos en común.

—¿En serio? Eso es genial.

—¿Lo es? —Bufó Milen. Arrastró los pies hasta la cama y se sentó a un lado de mis piernas.

—Los dos están solteros, se gustan...

—A mí no me parece muy buena idea.

Mi ceja izquierda se levantó por pura inercia y una risita salió de entre mis dientes.

—¿Estás celoso?

—Vreni, no lo quiero cerca de mi familia. Ya es suficiente con tenerlo aquí porque es tu amigo, no quiero tener que soportarlo en reuniones familiares o en Navidad —suspiró. Se pasó las manos por la cara, dejándose la piel como si apenas se hubiera despertado—. En una semana es Acción de Gracias.

—Sólo díselo, ella lo entenderá... O, bueno, no lo sé. ¿Siempre ha sido rebelde contigo?

—Desde que la conozco.

—Milen, también debes estar consciente de que no puedes controlar toda su vida. Es una mujer, no tiene por qué pedirte permiso para hacer lo que le venga en gana sólo porque es tu hermana.

Milen me lanzó una mirada asesina, pero no pareció enojarse. Lucía como si estuviera procesando mis palabras poco a poco.

—Tienes razón. —Dijo al cabo de un minuto.

—Ah... ¿de verdad?

—No. Quiero decir... A la mierda ya. Que haga lo que quiera, ya está grande.

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