025.
Milen
Las probabilidades de supervivencia en infantes nacidos antes de las treinta semanas son muy bajas. Desde las veintidós hasta las veintiséis, el porcentaje ronda desde el 12.5% y el 71.9%, respectivamente.
Entonces cuando recibí la llamada de Eva, supe que las cosas andaban mal. Volker la había buscado primero, porque por alguna razón desconocida era su contacto más reciente. Le pidió que me llamara de inmediato porque Verena estaba en trabajo de parto. Quise alegrarme. Al fin y al cabo, las niñas, mis hijas, ya venían en camino al mundo.
Pero Verena apenas tenía veintiséis semanas de embarazo. Se suponía que por eso mismo la habían internado: para monitorearla y tener un control. ¿Cómo no pudieron haber previsto que algo así sucedería? Sabíamos que era una situación de alto riesgo, pero no creí que llegaría tan lejos. Faltaban al menos unas diez semanas para que ellas nacieran lo suficientemente fuertes para sobrevivir.
Las personas que estaban con ella no respondían mis mensajes ni mis llamadas. Todo el mundo estaba pendiente en el hospital, mientras que a mí no me quedaba de otra que quedarme con los nervios de punta.
Yo terminaría llegando a San Francisco casi a las tres de la mañana. Doce horas más tarde desde que Verena rompió fuente y cualquier cosa podía pasar. En el avión no pude saber nada de nadie, y cuando por fin aterrizamos en el Aeropuerto Internacional, mi teléfono recibió los mensajes que no pudo mientras estábamos en el aire. La mayoría eran de Eva, pero no quise leerlos. La llamé, pero me mandó directo al correo de voz. Volker tampoco me respondió y lo odié un poco más. Mi último intento fue con Yordana, quien atendió a la segunda llamada.
—Zdrayvey —saludó—. ¿Qué tan lejos estás?
—Zdrayvey, sistra. Estoy en el aeropuerto, apenas llegué... —Leí la hora en mi reloj de muñeca mientras me encaminaba a la cinta para recoger mi equipaje. Dos cuarenta y siete de la mañana—. ¿Cómo está Verena? ¿Qué ha pasado?
—La tienen monitoreada, Mil. La doctora dijo que es muy pronto para que los tenga, así que tienen que tomar una decisión ustedes dos. Ella... ella dijo que no la quiere tomar sola —carraspeó. No podía imaginarme a Yordana siendo tan sensible, pues la conocía muy bien. Estaba realmente agobiada—. Le dijimos que tomaste el primer vuelo desde Sofía. ¿Tardas mucho en llegar?
—Espero que no.
Decir que estaba preocupado era muy poco. El sentimiento que tenía era indescriptible. Mi única oportunidad para convertirme en padre se veía lejana ahora. No culpaba a nadie, sólo que no entendía por qué ella tenía que pasar por esto. No era justo para Verena ni para las bebés.
Toda la situación hizo que mi cuerpo se sintiera sin fuerzas. Agotado, con poca energía para siquiera seguir caminando, pero me obligué a hacerlo. Como pude, encontré mi equipaje y pasé nuevamente por el control de migración. A las tres veinte ya estaba saliendo del aeropuerto. Tomé el primer taxi que aceptó llevarme y llegamos al hospital en poco menos de diez minutos. Una vez que estuve adentro, me registré como visita de Verena Kassmeyer y me indicaron que estaba en el ala de cuidados intensivos. Las piernas me pesaban y mi valija parecía llevar veinte kilos de piedras en ella.
Cuando llegué, divisé a la madre de Vreni. Estaba sentada en una de las sillas tomando lo que parecía ser café en un vaso de cartón. A su lado, se encontraba Volker, vistiendo su bata de médico y luciendo la misma cara de preocupación que yo. No estaban Eva ni Yordana, pero supuse que estarían en el baño cuando vi sus abrigos amontonados en una de las sillas junto a un par de maletas. Ellas venían a conocer a Verena y dudo que hayan esperado que algo como esto sucediera.
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Lo que harías por nosotros ©
ChickLit«Milen Goranov nunca tuvo intenciones de formar una familia, al menos no conmigo en el medio. Él era un egoísta y sólo pensaba en sí mismo... Y permití que me cegara con su encanto bien ensayado. »