006.
La escena comenzó, nuevamente, con Milen. Íbamos en su auto de camino a la primera consulta con el obstetra. El trayecto no pudo haber sido más incómodo.
Milen no se había dignado ni a dirigirme la palabra desde que quedé de verlo en un punto medio entre mi casa y la suya.
—Estoy algo emocionada, ¿tú qué piensas? —Sí, estaba dispuesta a enviar a mi dignidad directo al inframundo solo para calmar la situación entre nosotros. Era muy raro que Milen no estuviera curioseando ni platicando.
—No lo sé, Vreni —contestó tranquilamente—. La verdad me sorprende que intentes hablarme bien después de la bofetada que me diste la otra noche.
Habían pasado doce días.
—Cómo lo siento, estaba... muy molesta.
Milen se rio un poco.
—¿Sabes? Hace mucho no te recuerdo lo encantado que me tiene tu acento alemán.
—Porque justo estábamos hablando sobre eso.
—De acuerdo, de acuerdo —suspiró—. Quisiera compartir tu emoción, pero sabes que no puedo.
—Lo entiendo. Aun así... gracias por acompañarme.
Aparcamos en la calle Webster a las diez de la mañana en punto. Milen me ayudó a bajar del auto como si ya tuviera ocho meses de embarazo y juntos entramos al consultorio de la doctora Sandra Levine. Había oído muy buenas reseñas acerca de ella en la costa oeste de los Estados Unidos, y agradecía infinitamente que se localizara a unos cuantos minutos de mi casa en San Francisco.
Nuestra –mi- cita estaba programada para las diez con quince, pero en cuanto le di mi nombre a la joven secretaria, comentó que la doctora nos estaba esperando.
Milen me sonrió.
La doctora Levine salió prontamente de su consultorio. Era una mujer alta, de cabello grisáceo y corto sobre los hombros. Apenas se notaban unas cuantas arrugas rodeando sus ojos.
—Tú debes ser Verena Kassmeyer —habló con un marcado acento americano que, para mi desdicha, todavía me costaba trabajo comprender. Siempre consideré que los americanos hablan muy rápido—. Y usted debe ser el...
—Él es Milen Goranov, un viejo amigo, sólo vino a hacerme compañía —le interrumpí antes de que dijera algo que pudiera ser incómodo para los dos.
—Oh, entiendo. Verena, esperaré a que te quites toda la ropa y te pongas aquella bata azul que está en el baño, ¿de acuerdo? Así podremos comenzar a darte tu seguimiento —anunció con una sonrisa de oreja a oreja. Tanta amabilidad me aturdía. Asentí y Milen se quedó con la doctora mientras yo me cambiaba.
Las piernas me temblaron cuando me quité el pantalón, las bragas y la camiseta que usaba ese día. La tela fría de la bata hizo que todos mis vellos se erizaran.
Cuando salí del baño, Milen y la doctora ya estaban en la pequeña oficina contigua a la sala de revisión.
—¿Lista entonces? —Me preguntó ella.
—Eso creo.
—Adelante. Milen, ¿quieres pasar con Verena?
Él pareció titubear, pero terminó por aceptar. Me recosté en la camilla y Milen se colocó a un lado de mi cabeza. Su mano reposaba en mi hombro.
—Muy bien, Verena, te daré una rápida explicación. Hoy haremos un simple ultrasonido transvaginal, es solamente para confirmar si existe o no un embarazo, y también podremos diagnosticar la posibilidad de un embarazo ectópico o molar. Espero que también podamos detectar los latidos cardiacos del embrión.
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Lo que harías por nosotros ©
ChickLit«Milen Goranov nunca tuvo intenciones de formar una familia, al menos no conmigo en el medio. Él era un egoísta y sólo pensaba en sí mismo... Y permití que me cegara con su encanto bien ensayado. »