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021.
Habían pasado sólo unos días desde que Klaus se había presentado a mi puerta pidiéndome una cita. Todo había terminado mal, por supuesto. Yo lo rechacé a diestra y siniestra sin tener un poco de piedad. Al pobre hombre no le quedó de otra más que aceptar mi decisión.
Los tulipanes que me había regalado estaban acomodados en un jarrón en la estancia, recordándome lo imbécil que había sido.
Aunque, por otro lado, yo no estaba obligada a aceptar nada de su parte. Lo recalcaba: Klaus era apenas un extraño. Sí, vale, habíamos bailado en una fiesta y fingió ser mi cita para encelar de alguna manera a Volker, pero era todo.
Cualquier hombre en su sano juicio evitaría a toda costa relacionarse con una mujer embarazada y, aquí viene lo mejor de todo: abandonada.
Mi mente dejó de maquinar en cuanto escuché el motor de un auto apagándose frente al porche de mi casa. Supuse que sería algún vecino, pero cuando me asomé por la ventana me percaté que no era ningún vehículo que yo conociera. Era un Bentley del año color negro, muy elegante para ser de cualquiera de por aquí.
La piel se me erizó al ver a una mujer alta —sería por los tacones color hueso que llevaba—; su cabello negro caía como una cascada hechizante a lo largo de su espalda. A pesar de la grandeza que ella aspiraba, su semblante se notaba tranquilo, incluso amable a pesar de no haber abierto la boca. Sus ojos estaban cubiertos con unas gafas de sol oscuras.
No supe qué pensar al momento de verla caminando hacia mi puerta principal. Me alejé de las cortinas, esperé a que pasaran unos segundos después de que llamara al timbre y luego me acerqué al picaporte. Titubeé antes de abrir la puerta, pero terminé haciéndolo.
—Hola... —Ella se quitó los lentes. Su mirada azul, casi idéntica a la mía, me atacó sin esperarlo—. Tú debes ser Verena, soy Nikol Kaloyanchev.
Debí saberlo.
Debí suponer que Nikol terminaría pareciéndose a una modelo de Victoria's Secret.
Sinceramente, no estaba sorprendida. Quiero decir, de verla sí... Pero no era extraño para mí ver que su belleza era, por así decirlo, sobrecogedora.
—Qué sorpresa. —Suspiré y me hice a un lado, dejándole espacio para que ella entrara—. ¿Gustas pasar?
Nikol pareció titubear. Le echó una mirada al interior de mi hogar y vi cómo retrocedía un paso.
—No, sólo quiero decirte algo muy rápido. —Su acento extranjero era obvio; era más marcado que el de Milen—. Es más una pregunta.
—Entonces dime. —Me apoyé en el marco de la puerta y me llevé la mano izquierda a la espalda, como si realmente me pesara el embarazo. La verdad era que me pesaba más tenerla frente a mí y tener que actuar normal.
—¿Has cobrado ya el cheque que Milen dejó?
—¿Cómo sabes eso?
Hasta ese momento, no me había preguntado cómo carajos había llegado a mi casa.
—Milen está contigo. —Solté.
—No exactamente.
—¿Cómo sabes del cheque si no?
—Me lo contó, Verena. Él y yo hablamos con frecuencia.
Intenté dejar los celos a un lado.
—No lo he cobrado. Díselo. Es más, ¿lo quieres? Te lo regreso, no tengo problema.
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Lo que harías por nosotros ©
Literatura Feminina«Milen Goranov nunca tuvo intenciones de formar una familia, al menos no conmigo en el medio. Él era un egoísta y sólo pensaba en sí mismo... Y permití que me cegara con su encanto bien ensayado. »