kapitel zwei. (2)

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002.

El miércoles, cuando llegó la hora en la que podía librarme de toda responsabilidad en la oficina, Milen pasó por mí. Manejaba un discreto Cadillac CTS, que solamente utilizaba cuando tenía que impresionar a alguien.

Una vez que tomé asiento en el lugar del copiloto y me abroché el cinturón, Milen se mantuvo aparcado a un costado de la avenida, sonriendo para sí mismo.

—¿A qué carajo esperas? ¿A que lleguen a pedirte una fotografía? —Le recriminé. Esa era una de las muchas cosas que no terminaban de agradarme—. Vámonos de aquí.

—En el edificio continuo trabaja una chica con la que salí —expresó con sorna. Contuve mi boca para que de ella no saliera un sinfín de insultos en su contra.

—¿Cuánto tiempo llevas exactamente en San Francisco?

—Más que tú, al parecer —me miró burlonamente, pero después se inclinó para besarme la mejilla—. No estás celosa, ¿por qué no lo estás?

—Porque no me importa, Milen. Eres la última persona en el mundo por la que podría estar celosa...

Las pocas ganas que tenía de compartir el tiempo restante de mi tarde con Milen se habían esfumado. Era un hombre egoísta y, muchas veces, se creía el centro del universo cuando no lo era.

Al menos, no lo era en el mío.

—De acuerdo. ¿Y qué quieres hacer? —Me preguntó mientras hacía bailar sus cejas—. Vamos a cenar y vamos a mi casa por el postre, o... podemos saltarnos directamente a eso —sin importarle que estuviéramos obstruyendo una parte de la avenida, se inclinó todavía más para besarme la comisura de los labios y, posteriormente, mi barbilla y luego el inicio de mi cuello.

—Sólo llévame a casa. A mi casa. No tengo muchas ganas de acostarme contigo... No hoy.

La verdad era que, muy internamente, sí las tenía. Eran intensas y me quemaban la piel, pero al mismo tiempo me sentía odiosa con él. Una parte de mí quería pasar un buen rato, y la otra sólo quería llegar a casa para descansar.

Haciendo cuentas mentales, supe que estaba ovulando.

—Ah, ya entendí —dije para mí. Milen se alejó y empezó a avanzar por la calle—. No es tu culpa.

—Lo entiendo, estás... sensible. ¿Cuándo empezarás a menstruar? Digo, para estar preparado —se rio. Colocó su mano en mi rodilla desnuda y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

—Basta —le pedí. Me conocía y, si él seguía teniendo su piel tan cerca de la mía, terminaría por llevarlo a mi cama sin siquiera pensarlo.

Milen obedeció sin rechistar.

Dobló en la avenida Jordan y pronto estuvimos frente a mi vivienda. La fachada era de un gris frío y los marcos de las puertas y ventanas eran totalmente blancos, haciendo lucir todo el lugar bastante sobrio y elegante. Había pedido específicamente esos colores, que habían quedado a la perfección con las liatris moradas que decoraban las jardineras las cuales flanqueaban la entrada hacia la cochera.

—Dejando a un lado el hecho de que no quieras tener sexo esta noche, te haré una propuesta que necesito que consideres.

—Ya hablamos de esto: no haré un trío jamás. Ni contigo ni con nadie...

—No es eso —Milen volvió a reírse—. Aunque sí es un golpe directo a mi corazón, Verena. Como sea, me comentaste que uno de tus amigos dará una fiesta este viernes. —Se relamió los labios esperando ansioso una respuesta.

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora