017.
Podía sentir el viento cálido acariciando mi piel. Las temperaturas en San Francisco estaban tan cambiantes como mi humor aquellas ultimas cuarenta y ocho horas.
Gracias a la humedad que se había generado en la ciudad, mi cabello se había erizado al punto de volverse tan ondulado como si me lo hubiese hecho con rizadora. Eso no me ayudaba mucho con las repentinas crisis de baja autoestima ocasionadas por mis hormonas.
Para mi gran suerte, era algo que estaba pasando sola. No necesitaba que Milen estuviera tan al pendiente de mí, y tampoco quería que Volker se la pasara preguntándome cómo me sentía.
Sólo tenía una respuesta para esa pregunta: sorprendentemente tranquila.
La única persona a la que permitía sermonearme o simplemente estar conmigo, era Aspen. Ella pasaba a mi casa después del trabajo para asegurarse de que yo estaba bien junto con los bebés, y estaba segura que, al irse, les comunicaba a ambos cómo me encontraba.
Esa noche, unas cuantas horas antes de recibir los ansiados resultados, Aspen se ofreció a pasarla conmigo. Así que estábamos en el balcón de mi habitación, ella bebiendo una copa de vino tinto y observando hacia la nada, al igual que yo.
—¿Quién es tu favorito? —Me preguntó sin una pizca de diversión en su tono de voz. Tal vez estaba bromeando, pero no pude descifrarlo bien.
—¿Es en serio?
Kiwi, quien había estado en el interior de la casa, salió a la pequeña terraza moviendo la cola de un lado a otro para posarse ante mis piernas. Olfateó mi vientre por enésima vez en el día, suspiró y luego se recostó en el azulejo con la cabeza apoyada en sus patitas. Aspen sonrío al ver aquello.
—Pues, no lo sé, bueno... Sí, sí lo sé —admití. El negarlo haría que ella me insistiera cada vez más—. Mi favorito es Milen, pero me da miedo su reacción. Él realmente le teme al compromiso.
Aspen asintió sin mirarme, como si estuviera pensando en las palabras adecuadas para hablarme.
—Sí, yo he pensado lo mismo, pero lo prefiero a él. Volker es... raro.
—Justo eso, sólo que...
—Creo que él podría ser más responsable que Milen. —Terminó mi oración como si estuviera leyéndome el pensamiento.
—Exacto.
—Pero, venga, habrá que pensarlo así: él ya te pidió matrimonio. Aunque le dijiste que no...
—As, lo hizo porque esa mujer se lo dijo.
—Lo aconsejó.
No pude evitar fruncir el ceño para luego mirarla con curiosidad.
—¿Estás tratando de justificar a Milen? —Bufé.
—Claro que no —soltó como si nada. Hizo bailar el restante del líquido rojizo en su copa y luego le dio un último trago—. Sólo digo que veo qué hay interés. Podrá tener miedo, ser un tonto que no sabe usar las palabras correctas... Pero sé que siente algo por ti. A su manera, siendo un maldito infeliz, pero lo hace. De algún modo, debes admitir que te quiere.
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Lo que harías por nosotros ©
ChickLit«Milen Goranov nunca tuvo intenciones de formar una familia, al menos no conmigo en el medio. Él era un egoísta y sólo pensaba en sí mismo... Y permití que me cegara con su encanto bien ensayado. »