kapitel siebenundzwanzig. (27)

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027.

Suspiré con fuerza, pero no tanta porque tenía un útero hostil incapaz de mantener a dos nonatos en mi interior.

Aspen se puso de pie y, con una expresión enfurecida en el rostro, salió corriendo de la habitación, dejándonos a mi madre y a mí con las bocas entreabiertas y sin entender lo que estaba sucediendo.

—Iré afuera a evitar que lo golpee.

—Ay, no, mutter. Deja que lo haga por mí, yo no podré hacerlo hasta dentro de unos meses.

Frau Corinna se rio, pero recuperó la compostura poco después.

—Eso no es muy maduro de tu parte. —Recriminó.

—Ya lo sé... Es que Milen no deja de sorprenderme. Creo que estamos bien durante un momento, que está siendo sincero conmigo, y al otro día reaparece su ex novia.

—A todos aquí nos gustaría una explicación, pero no voy a dejar que Aspen haga un espectáculo allá afuera. Volveré enseguida.

No me quedó otra más que aceptar. Mi madre salió del cuarto y dejé que mi imaginación volara. Ojalá hubiera podido levantarme y encarar debidamente a Milen por cagarla una vez más, pero en lugar de eso tenía que esperar a que las cosas pasaran sin yo poder moverme. Me preocupaba terminar con algún tipo de atrofia por no levantarme con frecuencia de la cama.

Así que, importándome muy poco las indicaciones de Sandra Levine y el doctor Meinhardt, me puse de pie lentamente y tomé del perchero una bata de lino rosa que Aspen me había regalado. Tuve que arrastrar conmigo el porta suero de acero inoxidable.

A paso lento pero seguro, abrí la puerta y salí al pasillo. Y, a pesar de ser un lugar cerrado, los nuevos aires me sentaron bien. A nadie podía parecerle sano que una persona se pasara toda la vida en una camilla de hospital estando en sus cinco sentidos y con sus capacidades motoras completamente funcionales.

En el corredor, junto a las sillas de la sala de espera, se encontraba Milen hablando en voz baja con Aspen. No podía escucharlos, pero sabía perfectamente que mi amiga estaba recriminándole la presencia de Nikol. Y, hablando de ella, la pelinegra se mantuvo apacible apoyada en la pared con los brazos cruzados. Los observaba esperando a que la rubia terminara de hablar, y parecía estar algo harta por las tres veces que la vi poniendo los ojos en blanco.

Mi madre se hallaba en medio de ellos dos, controlando la situación. Dejaba que mi amiga hablara pero no se entrometía, y Milen sólo escuchaba. Se tocaba la barbilla con los dedos y pude jurar que vi algo de hastío en su mirada.

—Aspen... Basta, por favor —hablé en voz tan alta como pude. Una de las enfermeras me vio y quiso correr hacia mí para auxiliarme, pero la detuve con la mano levantada—. No, estoy bien. Sólo quiero hablar con el padre de mis hijos... Y también con la mujer que se ha estado metiendo en sus pantalones.

—Verena, no confundas las cosas. —Dijo Nikol con su marcado acento búlgaro.

Decidí ignorarla y esperé a que Milen tomara la iniciativa de acercárseme. Aspen relajó su dedo acusador y dejó caer los brazos, rendida ante mi petición. Mi madre le rodeó los hombros a mi amiga al mismo tiempo que Milen y Nikol empezaron a caminar en mi dirección.

—Te ayudo a volver a la cama —dijo Milen.

—Lo que menos quiero ahora es acostarme, ¿sí? Quiero saber qué estás haciendo tú aquí —señalé a Nikol—, y por qué tú no lo impediste —lo acusé a él.

—Porque no sabía que esta loca iba a aparecerse de la nada —mencionó Milen haciendo ademanes exagerados—. Y, permíteme aclarar, ya tiene un buen rato que Nikol no...

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