kapitel siebenunddreißig. (37)

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037.

Milen

Freya se levantó de la cama para vestirse. Ni siquiera esperó veinte segundos después de caer sobre las almohadas, simplemente tomó aliento y empezó a vestirse como si llevara mucha prisa.

Un rayo iluminó la habitación a través de las delgadas cortinas.

Estaba poniéndose la camiseta por la cabeza cuando dijo:

—¿Y tus hijas?

—No sé mucho de ellas. Simplemente que están bien con su madre —suspiré después de ese golpe de realidad. Freya estaba enterada de todo acerca de Verena y las niñas a pesar de no conocernos por mucho tiempo.

—¿Sabes qué odio?

—Odias muchas cosas.

Ella se rio. Se sentó en la cama para calzarse las botas.

—A los padres irresponsables y ausentes.

—Yo no soy irresponsable.

Freya alzó las cejas, como burlándose de mis palabras.

Nos habíamos conocido hacía unas tres semanas en el viñedo de mis padres. Su familia había festejado una boda en grande y yo como encargado me hice cercano a ellos. Freya y yo tuvimos una conexión... Sobre todo sexual. No se podía negar, pero al mismo tiempo nos llevábamos muy bien. Era una mujer con carácter y estaba muy segura de que lo que menos quería conmigo era algo formal. Cada vez que ella quería, levantaba el teléfono y una hora después me tenía en su cama.

—Bueno, va de la mano. No estar en sus vidas igual es irresponsabilidad —se encogió de hombros y se dio unas palmadas en las piernas antes de levantarse de la cama—. Ya es hora de irte.

—Está lloviendo.

—No me refiero a irte de mi casa... Bueno, sí, pero creo que deberías ir a San Francisco.

Dejé escapar una carcajada entre dientes.

—Milen, ¿cómo puedes vivir así? Sabiendo que existen dos pequeñas muy similares a ti, con tus rasgos y los de otra mujer, que están creciendo sin su figura paterna y que probablemente cuando te conozcan ni siquiera tengan ganas de estar contigo.

—Tú no tienes ningún tipo de consideración emocional, ¿verdad? —Bufé. Freya me lanzó mi camiseta a la cara y, después, mi pantalón.

—Claro que sí, pero no la tengo contigo. La tengo con la madre de tus hijas.

Quise poner los ojos en blanco, pero sabía que eso nos llevaría a tener otra discusión. Nunca soporté que me dijeran mis verdades, y mucho menos una mujer que apenas conocía.

—Aunque quiera ir y conocerlas, no puedo hacerlo. Aún me faltan meses antes de poder acercarme a ellas.

—¿Cuántos meses? —Frunció el ceño con curiosidad. Sonreí mientras me vestía.

—Seis.

—Oh, entonces... Wow, ¿ya ha pasado un año?

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