23.

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— Qué. ¿Creíste que te dejaríamos la casa por más tiempo? Ni de chiste, mocoso. Mira, tu madre y yo hemos decidido casarnos —les miro horrorizado. Mi madre está sentada con una botella entre sus manos y con muchas ojeras, está peor—. Ah sí, ella sigue bebiendo sin control y bueno, quién soy para detenerla —se ríe y siento mucha rabia dentro de mí.

— ¿Qué le hiciste a mi madre?

— No me hables en ese tono, mariquita. Sí, te vi, te vimos. ¿Quién es? ¿Tu noviecito o estabas trabajando? Debes ser una puta completita, ¿no?

— ¡Cállate! No tienes derecho a hablarme de ese modo. No eres nada para mí.

— Pero lo seré así que hazte a la idea. Viviré para siempre con ustedes dos y tú, niño mariquita serás mi sirviente. ¿Sabes qué? No, mejor empezamos de una vez. Ve por cervezas.

— No —empuño mis manos y aprieto mis dientes. Él se ríe de nuevo y apreto mis ojos, cómo desearía que muriese.

— ¿No? —camina más cerca de mí hasta que siento su respiración en mi oído—. Tú, no te mandas solo. Así que ve por las putas cervezas para mí y tu madre.

— Ya dije que no iré. Sí tanto las quieres ve tú mismo.

— Yo mismo... Bien, sí, bien.

De repente estoy en el suelo, el muy idiota me golpeó. Toco mi mejilla que ya duele, antes de que pueda levantarme de nuevo me propina una patada en el estómago sacándome el aire en el proceso. Toso y jadeo, de nuevo otra, otra patada más. Le miro con los ojos entreabiertos y siento lágrimas correr por mis mejillas. No puedo respirar bien, una patada más en mi nariz y me siento más que aturdido.

A lo lejos escucho los gritos de mi madre, y la risa del imbécil. Abro los ojos un momento para ver cómo se agacha frente a mí y lleva su cabello hacia atrás, se pasa la mano por la nariz y me sonríe sarcásticamente.

— Aprende. La próxima vez que te envíe a algo y me digas que no te irá peor y de ahora en adelante tienes prohibido traer a tu noviecito aquí, sí lo haces me enteraré. Sí lo ves, sí hablan y le cuentas lo que pasó aquí bueno, tu madre saldrá perjudicada y no quieres eso, ¿verdad? —toso de nuevo tratando de regular mi respiración pero me duele mucho. Él me empuja con la mano y quedo boca arriba, me duele la cabeza— Mírate, apestas, niño.

Me da palmadas leves en la mejilla y entonces todo se torna oscuro.

Yoongi.

— La noche del sábado esperé su mensaje. El domingo me cansé de llamarlo y nada. Fui a su casa y tampoco, cero movimiento. Y hoy es lunes, puto lunes y no sé nada de Jimin. Qué mierdas pasó.

— Con maldiciones no conseguirás saber algo. ¿Cuando se despidieron no lo notaste raro?

— No, Seokjin. Él estaba bien, estábamos bien. Dijo que me escribiría, si yo no lo hago él lo hace.

— Su teléfono suena apagado —Taehyung hace una mueca frustrada y paso mi vista a Namjoon.

— No lo sé, Yoongi. Dices que en su casa nada tampoco. ¿Qué habrá pasado?

— Sí lo supiera no estaría aquí, Namjoon.

— Tranquilo, también estamos preocupados, Yoongi. Quizá en la tarde o mañana venga a clases.

— Eso no me sirve, yo necesito saber de él ahora, Hoseok.

— No tenemos pistas de nada y su móvil está muerto al igual que su casa. Quizá viajó de afán o algo pasó con su madre, no lo sé, Yoongi. Debemos esperar.

— Esperar, no tengo ni una pizca de paciencia. Además hablamos de Jimin, me habría dicho sí hubiera hecho cualquiera de esas cosas, Namjoon.

— Por ahora solo eso podemos hacer, confío en que mañana venga a clases.

Miro a los chicos en la mesa y al borde del estrés doy un puño en la mesa asustándolos y me levanto de allí. Me llaman pero no volteo, ellos no entienden. Jimin no es así, mi Minnie no es así. Sé que algo pasó, algo está mal.

— ¡Hyung! —volteo esperando ver a Jimin pero no, es Jungkook. Sigo mi camino—. ¡Hyung, espere!

Apresuro más mi paso hasta que finalmente me alcanza y me toma de los hombros. Me muevo enojado.

— ¿Qué?

— Quería hablar con usted, ¿cómo está?

— No tengo tiempo para esto, Jungkook. Me voy —me doy la vuelta pero me detiene de nuevo.

— No, espere. Yo... quería verlo y pedirle perdón, he sido muy impulsivo y he abusado de su confianza, hyung. ¿Me perdona?

— Jungkook, estoy ocupado con otra cosa. Entiende. Lo tuyo no importa.

— Es Jimin, ¿verdad? —me giro a enfrentarlo con el ceño fruncido.

— ¿Qué sabes de él?

— Desde que él apareció usted ha cambiado y ahora le está haciendo daño, ¿no es así? Hyung, ese chico es malo, Jimin no es más que problemas.

— Cállate.

— Le digo la verdad. Sino fuera por él usted y yo estaríamos juntos.

— ¡Cállate! ¡Jamás, niño! Métete eso en la cabeza. No me gustas y jamás pasará. No me importas, Jungkook. Ahora déjame en paz de una maldita vez, estoy ocupado.

Le doy la espalda y con las manos en mis bolsillos sigo mi camino hasta el salón de Jimin, quizá haya llegado tarde hoy.

Más atrás Jungkook con sus manos echas puños y sus lágrimas deslizándose por sus mejillas mira al hyung que tanto quiere. Se convence, no es Yoongi. Es Jimin, todo es culpa de él. Ahora más que nunca lo odia. Piensa en que ojalá desaparezca, Jimin no debió existir en sus vidas ni en esa institución.

No me mire, hyung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora