24.

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Me despierto con solo dolor en todo mi cuerpo. Ese imbécil pega fuerte. Milagrosamente estoy en mi cama, quizá mi madre me arrastró aquí. Dudo que lo haya hecho su novio. Trato de incorporarme pero no puedo, el vientre me duele mucho. Tomando aire y reprimiendo jadeos me apoyo en el espaldar de la cama.

Me toco el vientre y chillo, duele demasiado. Ni si quiera sé qué día es, qué hora y cuánto he estado así. Miro mi camisa con salpicaduras de sangre secas. Debo llevar más de un día aquí. Me levanto como puedo y empiezo a sacarme la ropa, paso el seguro en la puerta de mi habitación y entro al baño. Es el proceso más largo que he hecho en mi vida.

Busco la ropa más cómoda que tengo y me siento con un suspiro. No estoy para nada bien. Mi nariz es morada con tonos verdes y ni hablar de mi abdomen. Reviso mis pantalones en busca del celular, debía hablarle a mi hyung. La ansiedad me invade, no está, mi celular no está.

Revuelvo todo en la habitación, pero nada. Mi chaqueta no lo tiene, en el baño tampoco, cama, mesa de noche, escritorio, suelo, zapatos nada. No está. ¿Se habrá quedado en la sala? Pero nada más de pensar en bajar me tiembla todo, ¿y sí ellos están ahí? Mordiendo mi labio abro la puerta y me asomo a las escaleras. No hay ruidos. Bajo y me encamino a la sala.

Me agacho por el suelo pero no, tampoco está.

— ¿Buscas el teléfono? Lo siento, sin querer se partió o mejor dicho, lo partí. Sabía que buscarías a tu noviecito marica también. Estás solo, Jimin. Acéptalo.

— No eres quién para decir eso y no es mi novio. Es un amigo.

— Claro, tu madre y yo también somos amigos.

— ¿Dónde está ella?

— En su habitación. Se ha pasado un poco con la dosis —chasque la lengua—. Digamos que está más loca que nunca.

— ¡Es tu culpa! ¡Tú con tus malas cosas para ella!

— No aprendes, ¿verdad? Vuelve a levantarme la voz y te dejaré peor. Ya que has aparecido ve por algo de beber, te enviaría por droga pero eres tan imbécil que te roban. En la encimera hay dinero. Cuidado, nada de hablar con alguien.

Con el ceño fruncido y con ganas de golpearlo paso a su lado, tomo el dinero y salgo de la casa. Respiro aire limpio por fin, mi casa ya es un desastre de nuevo. Mi estómago ruge y pienso en que no he comido nada desde el sábado.

Tratando de caminar más recto me acerco a la tienda de conveniencia cerca. Compro las cervezas y un paquete de papas, eso me calmará el hambre. La cajera me mira y yo trato de sonreírle pero hasta para eso me duele la cara. Salgo con la bolsa entre mis manos del lugar. Y entonces en un poste de luz miro el día.

Es imposible, no pude estar desde el sábado hasta hoy. Ya es miércoles. Con miles de pensamientos en mi cabeza me siento en una banca. ¿Yoongi hyung y los demás? ¿Me habrán buscado, se habrán preocupado por mí? Pero no, sí vuelvo al instituto no puedo hablarle a Yoongi. El imbécil se enteraría y mi madre estaría en más problemas de los que ya tiene.

Con mi barbilla temblando y mis ojos llorosos me encamino a lo que alguna vez fue mi hogar, ahora es basura de nuevo. Resignarme a no verlos de nuevo, a no ver a Yoongi hyung, todo menos él. Exactamente cuando todo iba bien, cuando estaba seguro de decirle lo que sentía. El domingo iba a hablar con él, iba a decírselo. Ya no puedo.

Llego y dejo la bolsa sobre la mesa de la cocina, el imbécil se asoma y me palmea la espalda.

— Bien hecho. ¿Frituras? ¿Tienes hambre? Mira qué casualidad, yo también. Gracias por nada, mariquita.

Con las cervezas y las frituras vuelve a estar frente al televisor. Fijo mi vista en el suelo y entonces me apresuro. Ahí está mi regalo de cumpleaños. Lo escondo dentro de mi chaqueta y subo a mi habitación, pongo el seguro y me siento en la cama sacando el diario de fotos.

Miro las fotos y es inevitable no llorar. Yoongi hyung... lo extraño tanto. Lo siento. Me dejo caer en la cama con el diario malogrado entre mis brazos y llorando me duermo de nuevo. 

No me mire, hyung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora